El expresidente estadounidense Jimmy Carter, fallecido este domingo 29 de diciembre a los 100 años y que fue cristiano bautista toda su vida, tenía opiniones diferentes a las de la enseñanza católica sobre una serie de cuestiones sociales y doctrinales controvertidas, entre ellas el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la ordenación de pastoras.
Sin embargo, quizás más que cualquier otro presidente en la historia de Estados Unidos, una clara y consistente profesión de fe cristiana, tanto en palabras como en hechos, caracterizó a Carter durante su vida.
En un capítulo titulado “Mi fe cristiana tradicional” en su libro de 2005 “Nuestros valores en peligro: la crisis moral de Estados Unidos”, Carter señaló que “la mayoría de los rudimentos de mi fe en Cristo como Salvador e Hijo de Dios todavía son compartidos sin cuestionamientos serios por protestantes, católicos romanos, ortodoxos orientales, coptos, adventistas del séptimo día y muchas otras personas religiosas”.
Hablando de sus convicciones bautistas, en ese mismo libro Carter afirmó que “como evangélicos, estábamos comprometidos con una fuerte misión global para compartir nuestra fe cristiana con todas las demás personas, sin prejuicios ni discriminación”.
A lo largo de su vida adulta, Carter demostró un compromiso personal con la evangelización al dar testimonio público de su fe, participar en misiones y, lo que fue más conocido, al enseñar en la escuela dominical durante casi cuatro décadas la mayoría de los domingos, año tras año, en la iglesia bautista de su ciudad natal en Plains, Georgia.