A continuación, la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General de este 18 de diciembre sobre “Jesucristo nuestra esperanza”:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy comenzamos el ciclo de catequesis que se desarrollará durante todo el Año Jubilar. El tema es “Jesucristo nuestra esperanza”: Él es, en efecto, la meta de nuestra peregrinación, y Él mismo es el camino, la senda a seguir.
La primera parte tratará de la infancia de Jesús, que nos narran los evangelistas Mateo y Lucas (cf. Mt 1-2; Lc 1-2). Los Evangelios de la infancia relatan la concepción virginal de Jesús y su nacimiento del vientre de María; recuerdan las profecías mesiánicas cumplidas en “tronco” de la dinastía davídica. Se nos presenta a un Jesús recién nacido, niño y adolescente, sumiso a sus padres y, al mismo tiempo, consciente de que está totalmente entregado al Padre y a su Reino. La diferencia entre los dos evangelistas es que mientras Lucas relata los acontecimientos a través de los ojos de María, Mateo lo hace a través de los de José, insistiendo en una paternidad tan inédita.
Mateo abre su Evangelio y todo el canon del Nuevo Testamento con la “genealogía de Jesucristo hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1:1), que hemos escuchado ahora. Se trata de una lista de nombres ya presentes en las Escrituras hebreas, para mostrar la verdad de la historia y la verdad de la vida humana. De hecho, “la genealogía del Señor es la verdadera historia, en la que están presentes algunos nombres, por así decirlos, problemáticos, y se enfatiza el pecado del rey David (cf. Mt 1,6). Todo, sin embargo, termina y florece en María y en Cristo (cf. Mt 1,16)” (Carta sobre la renovación del estudio de la historia de la Iglesia, 21 de noviembre de 2024). Aparece pues la verdad de la vida humana que pasa de una generación a la otra entregando tres cosas: un nombre que encierra una identidad y una misión únicas; la pertenencia a una familia y a un pueblo; y finalmente la adhesión de fe al Dios de Israel.
La genealogía es un género literario, es decir, una forma adecuada a transmitir un mensaje muy importante: nadie se da la vida a sí mismo, sino que la recibe como don de otros; en este caso, se trata del pueblo elegido, y de los que heredan el depósito de la fe.