13 de diciembre de 2024 Donar
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Homilía del Papa Francisco en el consistorio de creación de 21 nuevos cardenales

Compartimos el texto completo de la homilía del Papa Francisco en el consistorio de creación de 21 nuevos cardenales, entre ellos cinco de Latinoamérica:

Pensemos un poco en la historia. Jesús sube a Jerusalén. La suya no es una subida a la gloria de este mundo, sino a la gloria de Dios, que implica el descenso al abismo de la muerte.

En efecto, en la Ciudad Santa morirá en la cruz para darnos de nuevo la vida a nosotros. Sin embargo, Santiago y Juan, que en cambio imaginan un destino diferente para su Maestro, presentan su petición y le piden dos lugares de honor: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria» (Mc 10,37).

El Evangelio subraya este contraste dramático: mientras Jesús recorre un camino agotador y cuesta arriba que lo llevará al Calvario, los discípulos piensan en el camino llano y cuesta abajo del Mesías victorioso. No debemos escandalizarnos por esto, sino darnos cuenta humildemente de que ―para decirlo con Manzoni― «tales son las contradicciones del corazón humano» (Los novios, cap. 10). Está hecho así.

Esto también nos puede suceder a nosotros: que nuestro corazón se pierda, dejándose deslumbrar por el encanto del prestigio, por la seducción del poder o por un entusiasmo demasiado humano por nuestro Señor.

Por eso es importante mirar dentro de nosotros mismos, colocarnos con humildad ante Dios y con honestidad preguntarnos: ¿hacia dónde va mi corazón? ¿Hacia dónde va m corazón hoy? ¿En qué dirección se mueve? ¿Quizás voy por el camino equivocado?

Así nos advierte san Agustín: «¿Qué es eso de ir por los caminos de la soledad y vida errante y vagabunda? Volved. ¿A dónde? Al Señor. Es pronto todavía. Vuelve primero a tu corazón […]. Vuelve, vuelve al corazón […] allí está la imagen de Dios.

Volver al corazón para retomar el camino de Jesús, esto es lo que necesitamos. Y hoy, particularmente a ustedes, queridos hermanos que reciben el cardenalato, quisiera decirles: estén atentos a seguir el camino de Jesús.

¿Qué significa esto? Seguir el camino de Jesús significa ante todo volver a Él y ponerlo de nuevo en el centro de todo. En la vida espiritual como en la pastoral, a veces corremos el riesgo de concentrarnos en lo superfluo, olvidando lo esencial. Con demasiada frecuencia las cosas secundarias toman el lugar de lo que es necesario, las exterioridades prevalecen sobre lo que realmente importa, nos sumergimos en actividades que consideramos urgentes, pero sin llegar al corazón.

Y, en cambio, siempre necesitamos volver al centro, recuperar el fundamento, despojarnos de lo superfluo para revestirnos de Cristo (cf. Rm 13,14). También la palabra ‘cardinal’ nos recuerda esto, indicando el perno en el que se inserta la puerta. Es un punto firme de apoyo, de sostén. Así es, queridos hermanos, Jesús es el punto de apoyo fundamental, el centro de gravedad de nuestro servicio, el ‘punto cardinal’ que orienta toda nuestra vida.

Seguir el camino de Jesús significa también cultivar la pasión por el encuentro. Jesús nunca camina solo, su unión con el Padre no lo aísla de las vicisitudes y del dolor del mundo. Por el contrario, precisamente para curar las heridas del hombre y aligerar el peso de su corazón, para quitar el lastre del pecado y romper las cadenas de la esclavitud, precisamente para esto Él ha venido.

Y así, por el camino, el Señor encuentra los rostros de las personas marcadas por el sufrimiento, se hace cercano a quienes han perdido la esperanza, levanta a los que han caído, cura al que está enfermo. Los caminos de Jesús están llenos de rostros e historias y, mientras pasa, enjuga las lágrimas de los que lloran, Jesús ‘sana a los que están afligidos y les venda las heridas’ (Sal 147,3).

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Lo que debe animar su servicio como cardenales es el riesgo del camino, la alegría del encuentro con los demás, el cuidado de los más frágiles. Decía un grande del clero italiano, don Primo Mazzolari que ‘en el camino comenzó la Iglesia; en los caminos del mundo la Iglesia continúa. Para entrar en ella no es necesario tocar a la puerta, ni estar en sala de espera. Caminen y la encontrarán; caminen y estará junto a ustedes; caminen y estarán en la Iglesia’ (cf. Tempo di credere, Bolonia 2010, 80-81). No olvidemos que estar cansados arruina el corazón.

Seguir el camino de Jesús significa, además, ser constructores de comunión y unidad. Mientras en el grupo de los discípulos la carcoma de la competencia destruye la unidad, el camino que Jesús recorre lo lleva al Calvario. Y en la cruz Él cumple la misión que le fue confiada: que no se pierda ninguno (cf. Jn 6,39), que sea derribado finalmente el muro de la enemistad (cf. Ef 2,14) y que todos podamos reconocernos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros.

Por eso, al fijar su mirada en ustedes, que proceden de historias y culturas diferentes y representan la catolicidad de la Iglesia, el Señor los llama a ser testigos de fraternidad, artesanos de comunión y constructores de unidad. Y esta es su misión.

San Pablo VI, precisamente hablando a un grupo de nuevos cardenales, dijo que nosotros, como los discípulos, a veces cedemos a la tentación de dividirnos; en cambio, ‘es en la pasión puesta en la búsqueda de la unidad que se reconocen los verdaderos discípulos de Cristo’.

Y añadía: ‘Deseamos que todos se sientan a gusto en la familia eclesial, sin exclusiones o aislamientos perjudiciales para la unidad en la caridad, y que no se busque el predominio de algunos a detrimento de otros. [...] Debemos trabajar, rezar, sufrir, luchar para dar testimonio de Cristo Resucitado’ (cf. Discurso con motivo del Consistorio, 27 junio 1977).

Animados por este espíritu, queridos hermanos, ustedes harán la diferencia; según las palabras de Jesús que, hablando de la competencia corrosiva de este mundo, dice a los discípulos: ‘Entre ustedes no debe suceder así’ (Mc 10,43).

Es como si dijera: vengan en pos de mí, sigan mi camino, y serán diferentes; serán un signo luminoso en una sociedad obsesionada con la apariencia y la búsqueda de los primeros lugares. ‘Entre ustedes no sea así’, repite Jesús: ámense los unos a los otros con amor fraterno y sean siervos unos de otros, siervos del Evangelio. Queridos hermanos, en el camino de Jesús, caminemos juntos. Con humildad, con asombro, con alegría.

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