Estoy con ustedes, especialmente en estos días que están realizando la Novena de la Inmaculada Concepción. No se olviden de la Providencia amorosa del Señor, que nos acompaña y es la única guía segura.
Precisamente en los momentos más difíciles, donde humanamente se vuelve imposible poder entender lo que Dios quiere de nosotros, estamos llamados a no dudar de su cuidado y misericordia.
La filial confianza que tienen en Él y también su fidelidad a la Iglesia son los dos grandes faros que iluminan su existencia. Tengan la certeza de que la fe y la esperanza realizan milagros.
Miremos a la Virgen Inmaculada, ella es el testimonio luminoso de esa confianza. Ustedes siempre han experimentado su amparo materno en todas sus necesidades y han mostrado su agradecimiento con una religiosidad muy hermosa y rica espiritualmente.
Una de esas formas de entrega y consagración que manifiesta la alegría de ser sus hijos predilectos es la dulce expresión: ¿Quién causa tanta alegría? ¡La Concepción de María!
Deseo que esta celebración de la Inmaculada, que nos prepara a la apertura del Jubileo de 2025, les obtenga el aliento necesario en las dificultades, las incertidumbres y las privaciones. En esta fiesta no olviden abandonarse en los brazos de Jesús con la jaculatoria “Dios primero”, que ustedes repiten a menudo.
Quiero hacerles llegar mi cercanía y la seguridad de que ruego incesantemente a la Virgen Santa que los consuele y acompañe confirmándolos en la fe. Quiero decirlo con fuerza, la Madre de Dios no cesa de interceder por ustedes, y nosotros no dejamos de pedirle a Jesús que los tenga siempre de su mano.