Los norcoreanos que son repatriados desde China y que han tenido contacto con algún cristiano son enviados a los campos para prisioneros políticos de Corea del Norte, indica el reciente informe sobre libertad religiosa de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés).
Se trata del documento ¿Perseguidos y olvidados? Informe sobre los cristianos discriminados o perseguidos por su fe publicado con ocasión de la Semana Roja una iniciativa de ACN para llamar la atención sobre la persecución religiosa y que en este 2024 aborda la situación en 18 países clave, entre los que se encuentra Corea del Norte.
Corea del Norte es una nación comunista dominada por la dinastía Kim desde 1948, y si bien “es muy difícil calcular el número real de cristianos o el alcance de su fe —indica ACN—, pero se estima que representan alrededor del 0,38% de la población, lo que equivale a poco más de 98.000 personas”.
Sin embargo, pese al reducido número de fieles, el cristianismo es considerado una amenaza para el Estado, “por lo que se ve abocado a la clandestinidad”.
Toda la población está obligada a seguir el juche, “una ideología de autarquía marxista creada por el fundador del país, Kim Il-Sung”. El sitio web World.kbs.co.kr, especializado en temas coreanos, indica que también puede ser considerada “como una versión institucionalizada del culto a su persona”.
Para escapar del país —una realidad registrada en todos los regímenes comunistas— los norcoreanos suelen utilizar la extensa frontera con China de 1.420 kilómetros. Si logran superar el estricto patrullaje, los prófugos deberán llegar a un tercer de manera clandestina, mayormente Tailandia, y buscar asilo en la embajada de Corea del Sur, la cual los enviará al sur de la península.