A los que padecen la herida del aborto se les asigna a través de este proyecto un “acompañante” de forma individual, gratuita y confidencial, invitándoles a realizar un “camino de sanación”.
Se trata de encuentros semanales durante 4 meses, “aunque hay situaciones donde puede extenderse cerca de un año, según las heridas y circunstancias vividas por cada una”.
“Acompañar a una persona implica crear un clima de absoluta confianza, respeto y empatía. Un lugar donde pueda sentirse amada, valorada, y comprendida, recordando que nos acercamos a su intimidad, a lo más sagrado: su alma. Estamos ‘pisando suelo sagrado’ y eso se hace con una actitud reverencial”, afirmó Ana Salgado.
Es entonces cuando la persona puede “zambullirse” libremente en “esas zonas oscuras que tanto cuesta ver o recordar… Que dan miedo o vergüenza, pero sabiendo que lo hace acompañada por alguien que la va a ayudar a verlo bajo la mirada misericordiosa de Aquel que la ama así, como es. Aquel que conoce nuestras flaquezas, nuestras debilidades, pero que nos ama y sabe que somos mucho más que esa mala acción”.
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Exclamó que “nadie quiere oír que el aborto les ha dejado tantas heridas”, por lo que en general “son personas silenciadas” con un dolor que se vive “en absoluta soledad”, comentó la argentina a ACI Prensa.
Humanizar al hijo para encontrar el perdón
El duelo, indicó Ana Salgado, comienza a resolverse durante el acompañamiento, “humanizando a este hijo y dándole una identidad. Sólo así podrá llorarlo y recolocarlo emocionalmente”, añadió.
“Sólo el hecho de poder hablarlo sintiéndose escuchadas y no juzgadas es sanador”, añadió. También remarcó la importancia de reconocer sus consecuencias para “poder enfrentarlas y acercarse al perdón de Dios”, perdonándose de esta forma a sí mismos y “convirtiendo el dolor que deprime en un dolor que redime”.
“Solamente después de haber pasado por estos pasos, podrá vincularse con este hijo. Cuando le dan identidad a su hijo, recuperan su identidad como madre o padre. Ellos podrán, ahora, entregar a este hijo en las manos del Padre, sabiendo que a través de Él seguirán unidos”.
Para la coordinadora del proyecto, estas personas “recuperan su dignidad bajo la mirada de Jesús, encuentran su misión y redescubren un nuevo sentido en sus vidas”, convirtiéndose en la mayoría de las veces en “verdaderas y comprometidas defensoras de la vida”.