El Papa Francisco ha aprobado una serie de modificaciones con el objetivo de simplificar y adaptar el rito de los funerales de los pontífices y que esta ceremonia sea un reflejo de su misión como pastor y discípulo de Cristo.
La Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice ha sido la encargada de editar y publicar estas variaciones, recopiladas en la segunda editio typica del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, un libro litúrgico aprobado por el Papa Francisco el pasado 29 de abril.
Entre los cambios más significativos destaca que, de ahora en adelante, la constatación de la muerte del Pontífice ya no se realizará en la habitación del difunto, sino en la capilla. Este cambio hace referencia a la denominada “primera estación”.
En cuanto a la “segunda estación”, el Papa Francisco suprime el primer traslado al Palacio Apostólico, decreta la disposición inmediata en el ataúd y que la veneración de los fieles se realice con el cuerpo del Pontífice ya dentro del ataúd abierto y sin catafalco, el armazón adornado que suele ponerse en un templo para unas honras fúnebres solemnes.
Además, establece que el féretro deberá cerrarse la víspera de la Misa exequial y con un único traslado a San Pedro.
Respecto a la “tercera estación”, que incluye el traslado del féretro al sepulcro y el entierro, elimina los tradicionales tres féretros de ciprés, plomo y roble. Se trata de una tradición en la que el ciprés representa la mortalidad y humildad del Pontífice, el plomo asegura la preservación del cuerpo y el roble o nogal la dignidad y honor del Pontificado.