El problema no es el término género, sino la antropología desde la que se asume. Amoris Laetitia n. 56 afirma que “género y sexo se pueden distinguir, pero no se pueden separar”. Lo mismo dice Varón y mujer en los números 6 y 11. Y Dignitas Infinita vuelve a retomar esta afirmación. Creo que la tendencia consolidada del Magisterio en los últimos años ha sido la de dejar de declarar la guerra al término, y entablar un diálogo crítico con lo que yo llamo “las teorías de género”.
El género es el desarrollo o interpretación cultural del sexo. Es justo distinguirlo del sexo, pero no desvincularlo.
¿Qué diferencia a esta época de otras, en cuanto a cambio cultural y distancia intergeneracional, para que se dificulte tanto el diálogo sobre estas cuestiones?
Creo que la dificultad se enmarca en lo que el Papa Francisco llama “un cambio de época”. La cultura está siempre en continuo cambio, pero hay momentos en la historia en los que se da un verdadero cambio de época. Es un momento de quiebre, donde el tiempo “cambia de piel”, y es necesaria una adaptación más profunda del lenguaje, de la perspectiva, de la mirada.
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La Veritatis gaudium reconoce que “no tenemos la cultura necesaria para afrontar estos desafíos, y hace falta construir liderazgos que marquen caminos”. Se trata de aprender a proponer la belleza de Cristo y del hombre en un mundo postmoderno. Esto requiere una nueva profecía.
¿Cómo equilibrar la acogida samaritana a quien está herido por la ideología de género con la proclamación de la verdad antropológica de la creación del hombre y la mujer como imagen de Dios y lo que se deriva de esta afirmación?
En Jesús no hay contradicción entre verdad y caridad. El mismo Jesús que proclama el sermón de la montaña y dice que el adulterio empieza en el corazón, levanta a la mujer adúltera.
Afirmar que el sexo es un dato constitutivo de la persona y que permea cuerpo y alma no se contradice con reconocer que la identidad en sentido psicológico es bio-psico-social, y que la persona tiene la tarea de integrar elementos distintos: cuerpo, psique, cultura…
Podemos decir que yo nazco mujer, pero al mismo tiempo me tengo que hacer mujer. Este proceso no es sencillo, y menos hoy en día. Creo que nos tenemos que poner de rodillas ante la experiencia de cada persona.
La antropología cristiana no es una verdad teórica que tengamos que arrojar a la gente… Si creemos que estamos bien hechos, sabemos que la verdad está dentro de cada uno de nosotros y la podemos reconocer en los anhelos de nuestro corazón.