La evolución intelectual de la emblemática feminista radical Marguerite Stern, espectacular en más de un sentido, es un misterio para muchos.
En febrero de 2013, irrumpió, con el torso descubierto, en la emblemática Catedral de Notre-Dame en París (Francia) para celebrar, junto con otras activistas feministas, la renuncia del Papa Benedicto XVI y exponer su odio contra la Iglesia.
Menos de una década después, Stern se ha convertido en una figura destacada en la lucha contra los excesos de los llamados “movimientos woke”, en particular la ideología transgénero.
En los últimos años, esta lucha la ha llevado a distanciarse de muchos de sus antiguos aliados radicales y a cuestionar, uno a uno, los dogmas progresistas que alguna vez le sirvieron de brújula moral.
Este viaje intelectual la llevó a pedir, en un video publicado en YouTube el 31 de octubre, la víspera del Día de Todos los Santos, sus “sinceras disculpas” a los católicos heridos por sus frecuentes provocaciones públicas cuando era activista de Femen entre 2012 y 2015, “especialmente durante una campaña a favor del matrimonio homosexual”.
¿Cómo explicar este cambio?