El Papa Francisco pidió que la Confirmación no se convierta en el “sacramento del adiós” o de la “salida” de la Iglesia, sino que sea el inicio de una participación activa guiada por la acción del Espíritu Santo.
Al inicio de su catequesis en la Audiencia General, leída con alguna complicación debido al fuerte sol que ilumina estos días la Ciudad Eterna, el Santo Padre explicó que la “acción santificadora del Espíritu Santo nos llega ante todo a través de dos canales: la Palabra de Dios y los Sacramentos”.
En concreto, el sacramento de la Crismación o Confirmación es aquel que “tiene como objetivo comunicar visiblemente y de manera carismática el Espíritu Santo, con efectos similares a los producidos en los Apóstoles en Pentecostés”.
Según el Pontífice, “el tema del Espíritu Santo como ‘sello real’ con el que Cristo marca a sus ovejas es la base de la doctrina del ‘carácter indeleble’ que confiere este rito”.
Con el pasar del tiempo, continuó el Papa Francisco, “el rito de la unción tomó forma como un sacramento por derecho propio, asumiendo diferentes formas y contenidos en las diversas épocas y ritos de la Iglesia”.
En este sentido, leyó la definición otorgada por la Conferencia Episcopal Italiana: “La Confirmación es para cada fiel lo que Pentecostés fue para toda la Iglesia. [...] Refuerza la incorporación bautismal a Cristo y a la Iglesia y, la consagración a la misión profética, real y sacerdotal. Comunica la abundancia de los dones del Espíritu [...]. Si, por tanto, el bautismo es el sacramento del nacimiento, la confirmación es el sacramento del crecimiento. Por eso mismo es también el sacramento del testimonio, porque éste está estrechamente ligado a la madurez de la existencia cristiana”.