21 de noviembre de 2024 Donar
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El Papa Francisco pide que la Confirmación no se convierta en el sacramento del “adiós” a la Iglesia

El Papa Francisco pidió que la Confirmación no se convierta en el “sacramento del adiós” o de la “salida” de la Iglesia, sino que sea el inicio de una participación activa guiada por la acción del Espíritu Santo. 

Al inicio de su catequesis en la Audiencia General, leída con alguna complicación debido al fuerte sol que ilumina estos días la Ciudad Eterna, el Santo Padre explicó que la “acción santificadora del Espíritu Santo nos llega ante todo a través de dos canales: la Palabra  de Dios y los Sacramentos”.

En concreto, el sacramento de la Crismación o Confirmación es aquel que “tiene como objetivo comunicar visiblemente y de manera carismática el Espíritu Santo, con efectos similares a los producidos en los Apóstoles en Pentecostés”.

Según el Pontífice, “el tema del Espíritu Santo como ‘sello real’ con el que Cristo marca a sus ovejas es la base de la doctrina del ‘carácter indeleble’ que confiere este rito”. 

Con el pasar del tiempo, continuó el Papa Francisco, “el rito de la unción tomó forma como un sacramento por derecho propio, asumiendo diferentes formas y contenidos en las diversas épocas y ritos de la Iglesia”. 

En este sentido, leyó la definición otorgada por la Conferencia Episcopal Italiana: “La Confirmación es para cada fiel lo que Pentecostés fue para  toda la Iglesia. [...] Refuerza la incorporación bautismal a Cristo y a la Iglesia y, la consagración a la  misión profética, real y sacerdotal. Comunica la abundancia de los dones del Espíritu [...]. Si, por tanto, el  bautismo es el sacramento del nacimiento, la confirmación es el sacramento del crecimiento. Por eso mismo es también el sacramento del testimonio, porque éste está estrechamente ligado a la madurez de la  existencia cristiana”. 

El problema, añadió, “es cómo conseguir que el sacramento de la confirmación no se reduzca, en la  práctica, a una ‘extremaunción’, es decir, al sacramento de la ‘salida’ de la Iglesia. Se dice que es el sacramento del ‘adiós’, porque una vez que lo reciben, los jóvenes se van, y volverán después para el matrimonio”, señaló.

 “Debemos hacer que sea el  sacramento del inicio de una participación activa en su vida. Es un objetivo que puede parecernos imposible, dada la situación actual en casi toda la Iglesia, pero eso no significa que debamos dejar de perseguirlo”, afirmó.

A continuación, subrayó que puede ser útil “dejarse ayudar, en la preparación al Sacramento, por fieles laicos que hayan tenido un encuentro personal con Cristo y hayan tenido una verdadera experiencia del Espíritu”.

“Pero esto no sólo afecta a los futuros confirmandos; nos afecta a todos y en todo momento. Junto con la Confirmación y la Unción, hemos recibido también, nos asegura el Apóstol, la ‘prenda del  Espíritu’ que en otro lugar llama “las primicias del Espíritu” (Rom 8,23). Debemos ‘gastar’ esta  garantía, disfrutar de estas primicias, no enterrar bajo tierra los carismas y talentos recibidos”. 

Por último, recordó que San Pablo exhortó a su discípulo Timoteo a “reavivar el don de Dios, recibido por la imposición  de manos” (2 Tm 1,6), “y el verbo utilizado sugiere la imagen de quien sopla sobre el fuego para reavivar  su llama”. 

“He aquí un hermoso objetivo para el año jubilar. Quitarnos las cenizas de la costumbre y del  desenganche, para convertirnos, como los portadores de la antorcha en las Olimpiadas, en portadores de  la llama del Espíritu. Que el Espíritu nos ayude a dar algunos pasos en esta dirección”, concluyó. 

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Al finalizar su catequesis, el Papa Francisco recordó que “nos acercamos a la solemnidad de Todos los Santos. Por ello, invitó a los fieles a vivir esta fiesta del año litúrgico, “en la que la Iglesia quiere recordarnos un aspecto de su realidad: la gloria celestial de los hermanos y hermanas que nos han precedido en el camino de la vida y que ahora, en la visión del Padre, quieren estar en comunión con nosotros para ayudarnos a alcanzar la meta que nos espera”. 

Exhortó asimismo a rezar por la paz y a pensar en los países “que tanto sufren: la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar, Kivu del Norte y tantos países que están en guerra”. 

“¡Recemos por la paz! La paz es un don del Espíritu Santo y la guerra siempre -siempre, siempre- es una derrota”, aseveró. 

El Santo Padre insistió en que en la guerra “nadie gana; todos pierden”. “Ayer vi que ametrallaron a 150 inocentes: ¿qué tienen que ver los niños con la guerra? ¿Las familias? Son las primeras víctimas. Recemos por la paz”, rogó el Pontífice. 

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