En el Líbano, un convento de las Hermanas del Buen Socorro ha abierto sus puertas para acoger a más de 800 personas que han sido desplazadas por los bombardeos israelíes. Según la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés) estas religiosas trabajan para ofrecerle a los refugiados “no sólo albergue, sino comodidad y apoyo”.
Las 15 religiosas que habitan en el convento pertenecen a la Iglesia Católica de rito greco-melquita. Allí, cientos de libaneses encontraron un lugar seguro, la mayoría musulmanes. La violencia de la guerra, que ha empeorado en las últimas semanas, obligó a las hermanas a recibir a los más vulnerables.
Así lo asegura la Madre Joselyne Joumaa, superiora general de la congregación: “La primera noche del bombardeo, decenas de personas vinieron corriendo a refugiarse con nosotros”, explicó. “En doce días, hemos recibido a más de 800 refugiados. Estamos desbordados y no podemos recibir más”, añadió.
Las monjas remarcan que su labor antes de la guerra les ha permitido forjar vínculos estrechos con personas de todas religiones en la región, pero especialmente con la comunidad musulmana, ya que muchos deciden inscribir a sus hijos en la escuela que funciona en el convento.
“Tienen tanta confianza que incluso se oye a menudo a los desplazados musulmanes decir: '¡Es su cruz la que nos protegerá!'”, comenta la superiora general.
Los desplazados reciben diariamente desayuno y almuerzo. Además, ayudan a las religiosas con esta y otras tareas cotidianas: los hombres se dedican a recolectar leña para afrontar el invierno, recogen la basura y ayudan a apilar y transportar las cajas de ayuda humanitaria que se reciben en el convento. Las mujeres colaboran en la preparación de las comidas.