Para los católicos progresistas que esperaban cambios dramáticos en la Iglesia, se suponía que el Sínodo de la Sinodalidad marcaría el comienzo de una nueva primavera.
En cambio, con el documento final que se aprobará este sábado, aquellos que han abogado por cosas como las mujeres diaconisas y la aceptación de las relaciones entre personas del mismo sexo se preparan para una “ducha fría final”.
Esa es la imagen utilizada por la periodista vaticana Franca Giansoldati para describir la decepción generalizada entre los progresistas que parece estar instalándose dentro y alrededor del aula del Sínodo.
Las historias de desilusión dentro del Aula Pablo VI se han filtrado a los medios de comunicación, incluida una minoría de delegados que apoyan la ordenación de mujeres, implorando entre lágrimas por un cambio y desafiando agresivamente a aquellos que perciben como resistentes. En el exterior, los grupos reformistas han emitido declaraciones críticas sobre el hecho de que parece poco probable que ocurran cambios importantes.
Y algunos critican a los organizadores del Sínodo por establecer expectativas sinodales que no han sido satisfechas por la realidad.
“Se nos dice repetidamente que este sínodo se trata de una nueva forma de ser Iglesia”, escribió Zac Davis en la revista America, la publicación insignia de los jesuitas estadounidenses. “Me preocupa que muchos católicos salgan de este proceso desilusionados si el nuevo camino conduce a los mismos resultados”.