La prensa estadounidense se rindió ante la evidencia: el abortivo inyectable Depo Provera no solo termina silenciosamente con la vida de miles de concebidos, sino que se ha convertido en un potencial peligro para la salud de sus consumidoras, pues su uso aumenta en 300 por ciento la posibilidad de contraer enfermedades de transmisión sexual (ETS) como clamidia y gonorrea.
Medios como USA Today, MSNBC/Reuters y WebMD, tradicionalmente afines a las políticas antinatalistas, difundieron los resultados de un estudio realizado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y Family Health Internacional, que comprueban los riesgos del fármaco.
El estudio señala que el inyectable abortivo hace que las consumidoras sean tres veces más propensas a contraer clamidia y gonorrea. Depo-Provera, también vendido como DMPA, es una sustancia que se inyecta en el brazo o las nalgas cuatro veces al año, con el fin de inhibir la ovulación. El fármaco tiene un mecanismo de seguridad –similar al de las píldoras del día siguiente- por el que si ocurriese la ovulación y la concepción, se evita la implantación del óvulo fecundado en el útero, causando su muerte.
La organización Population Research Institute (PRI) analizó los resultados y señaló que éstos no sorprenden pues desde hace mucho tiempo se sospechaba que el uso de los anticonceptivos que contienen progesterona aumentan el riesgo de contraer ETS y SIDA.
Según el PRI, es muy probable que la ayuda internacional que Estados Unidos da a los países pobres en materia poblacional –que consiste básicamente en anticonceptivos- haya estado alentando la difusión del SIDA.
Entre 1994 y 2000, la oficina gubernamental USAID ha repartido casi 42 millones de Depo-Provera en los países pobres y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) entregó durante la administración Clinton unos 20 millones de Depo-Provera por año.