21 de noviembre de 2024 Donar
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La historia de los mártires de Damasco, valientes frailes españoles asesinados por seguir a Cristo

Tapiz con la imagen oficial de los mártires de Damasco en la fachada de la Basílica de San Pedro/ Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News

La Iglesia Católica contará con 14 nuevos santos, entre los que se encuentra un grupo de 8 valientes frailes y tres laicos asesinados por su fe en Siria. Esta es su historia:

 Manuel Ruiz López nació en 1804 en el seno de una familia sencilla de San Martín de las Ollas, Burgos (España). A la edad de 21, ingresó en la Orden de los Frailes Menores y fue ordenado sacerdote en 1830. Posteriormente, fue enviado a misionar a Tierra Santa, llegando a Jaffa (Israel) en agosto de 1831.

Con el objetivo de estudiar el árabe, los franciscanos se trasladaron a Damasco (Siria). Años más tarde, debido a una enfermedad, Manuel Ruiz se vio obligado a pasar un tiempo en Italia y también en su país natal para recuperarse. Sin embargo, a pesar de la inestabilidad política, en 1856 decidió volver a Damasco. 

Imagen de los mártires de Damasco. Crédito: cortesía

Degollado por salvar el Cuerpo de Cristo

 Por aquel entonces, el pueblo druso, que en ocasiones se consideró como una secta chiíta y llegó a declararse musulmán, lideraba una violenta persecución a los cristianos asentados en Libia y Siria.

Los franciscanos, que vivían en el barrio cristiano de Bab Tuma, donde estuvo San Pablo, no quisieron refugiarse en la ciudadela y a pesar de que se les ofreció cobijo en la residencia del gobernador turco, se negaron a abandonar a su pueblo.

 El 10 de julio de 1860, después de confesar y dar de comulgar a sus compañeros, Manuel Ruiz se dirigió a la iglesia Franciscana de San Pablo para vaciar el sagrario, cuando fue sorprendido por los drusos. Allí, le obligaron a colocar su cabeza sobre el altar y fue degollado.

 Según indica la Real Academia de la Historia, junto a Manuel fueron asesinados muchos otros cristianos, entre ellos tres católicos maronitas seglares, los hermanos Francisco, Mooti y Raffaele Massabki, que también serán canonizados el 20 de octubre.

“Somos cristianos y en la fe de Cristo moriremos. Como cristianos, no tememos a los que matan el cuerpo, como dijo el Señor Jesús”, dijeron los hermanos antes de ser brutalmente asesinados.

El resto de frailes que también perdieron la vida a causa de su fe y que serán elevados a los altares fueron los españoles Carmelo Bolta; Nicanor Ascanio; Nicolás María Alberca; Pedro Nolasco Soler; Francisco Pinazo Peñalver; Juan Fernández; y el austriaco Engelberto Kolland.

Al negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al Islam, los 11 mártires de Damasco fueron decapitados con sables y hachas, y otros apuñalados o apaleados hasta la muerte.

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Reliquias de los mártires en la iglesia dedicada a San Pablo en Damasco. Crédito: Parroquia Latina de Damasco

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos y por Cristo”

Muchos de los familiares y sus allegados han viajado hasta Roma para presenciar la ceremonia de canonización presidida por el Papa Francisco. 

Es el ejemplo de José Luis Loriente, párroco del municipio madrileño de Villarejo de Salvanés, donde nació el futuro santo Nicanor Ascanio. Allí, según indicó el P. Loriente, se guarda una reliquia de los santos mártires.

 “Vivimos tiempos en la Iglesia en los que lo principal debe ser el testimonio. Y gente que ha llegado a dar la vida por Jesucristo nos da a nosotros el testimonio más grande: nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos; y el que da la vida por Cristo, su amigo, pues comparte con Él la gloria”, señaló el sacerdote español.

Ascanio tomó la decisión de viajar a Tierra Santa a pesar de que sus seres queridos, incluida la Madre Patrocinio, conocida también como la “Monja de las Llagas”, le advirtiera que si iba a Tierra Santa “morirás mártir”,  y esto se cumplió. En 1859 Nicanor embarcó en Valencia y fue enviado a Damasco con el P. Carmelo Volta a aprender árabe.

En 1872 comenzó su causa de beatificación, aunque la pérdida de documentos durante la Primera Guerra Mundial retrasó el trabajo. Finalmente, los mártires de Damasco fueron beatificados en octubre de 1926 en Roma por el Papa Pío XI.

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