Estos son los 14 nuevos santos que serán canonizados este fin de semana
Elena Guerra, Marie-Léonie Paradis y Giuseppe Allamano se encuentran entre los beatos que el Papa Francisco canonizará el 20 de octubre de 2024./ Crédito: Oblatos del Espíritu Santo; centremarie-leonieparadis.com; y fotógrafo desconocido, dominio público, vía Wikimedia Commons.
Entre las 14 personas que se convertirán en nuevos santos de la Iglesia Católica el domingo se encuentra un sacerdote cuya intercesión llevó a la curación milagrosa de un hombre mutilado por un jaguar, una mujer que convenció a un Papa para que convocara una novena mundial al Espíritu Santo, y 11 hombres asesinados en Siria por negarse a renunciar a su fe y convertirse al islam.
Si bien no son nombres conocidos, los 14 futuros santos ejemplificaron la virtud heroica y dieron testimonio de la santidad dentro de sus vocaciones únicas, incluidos dos hombres casados —un padre de ocho hijos y un padre de cinco, respectivamente—, y tres fundadores de órdenes religiosas que tienen generaciones de hijos espirituales que han continuado su legado espiritual en todo el mundo.
El Papa Francisco invitó a todos los católicos esta semana “a conocer a esos nuevos santos y a pedir su intercesión” en anticipación a la canonización en la Plaza de San Pedro, el 20 de octubre.
“Son un claro testimonio de la acción del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia”, dijo el Papa.
Madre Elena Guerra (1835-1914)
Conocida como una “apóstol del Espíritu Santo”, la Beata Elena Guerra ayudó a convencer al Papa León XIII de exhortar a todos los católicos a rezar una novena al Espíritu Santo antes de Pentecostés, en 1895.
Guerra es la fundadora de las Oblatas del Espíritu Santo, una congregación de religiosas reconocidas por la Iglesia en 1882 que continúa hoy en día en África, Asia, Europa y América del Norte.
Amiga del Papa León XIII y maestra de Santa Gemma Galgani, Guerra es recordada por sus escritos espirituales y su apasionada devoción al Espíritu Santo.
“Pentecostés no ha terminado”, escribió Guerra. “De hecho, está sucediendo continuamente en todo tiempo y en todo lugar, porque el Espíritu Santo quiso darse a todos los hombres y todos los que lo quieran pueden recibirlo siempre, por lo que no tenemos que envidiar a los apóstoles y a los primeros creyentes. Sólo tenemos que disponernos como ellos para recibirlo bien, y él vendrá a nosotros como lo hizo con ellos”.
Durante gran parte de la década de sus 20 años, Guerra estuvo postrada en cama con una grave enfermedad, un desafío que resultó ser transformador para ella, ya que se dedicó a meditar sobre las Escrituras y los escritos de los Padres de la Iglesia. Sintió el llamado a consagrarse a Dios durante una peregrinación a Roma con su padre después de su recuperación y pasó a formar la comunidad religiosa dedicada a la educación.
Durante su correspondencia con el Papa León XIII, Guerra compuso oraciones al Espíritu Santo, incluyendo una Coronilla del Espíritu Santo, pidiéndole al Señor que envíe Su Espíritu “y renueve el mundo”.
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El Beato Giuseppe Allamano permaneció como sacerdote diocesano en Italia toda su vida, pero dejó un legado mundial al fundar dos órdenes religiosas misioneras, los Misioneros de la Consolata y las Hermanas Misioneras de la Consolata, que continuaron difundiendo el Evangelio en Kenia, Etiopía, Brasil, Taiwán, Mongolia y más de dos docenas de otros países.
Allamano les dijo a los sacerdotes de la orden que fundó en el norte de Italia en 1901 que necesitaban ser “primero santos, luego misioneros”.
“Entonces, como misioneros, no sólo deben ser santos, sino extraordinariamente santos. ¡Todos los demás dones no son suficientes para hacer un misionero! Se necesita santidad, una gran santidad”, dijo.
Allamano dio el ejemplo al “combinar el compromiso de santidad con la atención a las necesidades espirituales y sociales de su tiempo”, dijo el Papa Juan Pablo II en su beatificación. “Tenía una profunda convicción de que ‘el sacerdote es ante todo un hombre de caridad’, ‘destinado a hacer el mayor bien posible’, a santificar a los demás ‘con el ejemplo y la palabra’, con santidad y conocimiento”.
Fue profundamente influenciado por la espiritualidad de los salesianos y de San Juan Bosco, quien fue su director espiritual, así como por el testimonio de su santo tío, San José Cafasso.
Allamano será canonizado después de que el Vaticano reconoció un milagro médico único atribuido a su intercesión: la curación de un hombre que fue atacado por un jaguar en la selva amazónica.
Sorino Yanomami, un hombre indígena que vivía en la selva amazónica, fue atacado por un jaguar en 1996, fracturándole el cráneo. Debido a su ubicación remota, pasaron ocho horas antes de que pudiera ser trasladado en avión a un hospital. Mientras recibía tratamiento en la unidad de cuidados intensivos, seis hermanas misioneras de la Consolata, así como un sacerdote y un hermano de la Consolata, esperaban con la esposa del hombre, rezando con una reliquia del Beato Allamano por su intercesión. Las hermanas también rezaron una novena a Allamano pidiendo la curación del hombre, y 10 días después de su operación despertó sin ningún daño neurológico y sin sufrir consecuencias a largo plazo del ataque, según el Dicasterio para las Causas de los Santos del Vaticano.
15 misioneros de la Consolata son obispos hoy, principalmente en África y América del Sur, incluido el Cardenal Giorgio Marengo, Prefecto Apostólico de Ulán Bataar (Mongolia).
Más de 1.000 miembros de las órdenes de la Consolata están viajando a Roma para la canonización de su fundador, dijo a CNA —agencia en inglés de EWTN News— el P. James Lengarin, superior general de la orden.
Madre Marie-Léonie Paradis (1840-1912)
La hermana canadiense Beata Marie-Léonie Paradis fundó las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia.
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Nacida como Virginie Alodie en la región acadiana de Quebec, la beata fundó su instituto, cuyo propósito era colaborar y apoyar a las religiosas de la Santa Cruz en la labor educativa, en 1880 en Nuevo Brunswick.
Antes de fundar su orden religiosa, Paradis también pasó ocho años en Nueva York sirviendo en el orfanato de San Vicente de Paúl en la década de 1860, antes de mudarse a Indiana en 1870 para enseñar francés y costura en la Academia de Santa María.
A petición del Obispo de Montreal, Paradis fundó las Pequeñas Hermanas en 1880. Una parte importante de la espiritualidad y del carisma de la orden es el apoyo a los sacerdotes a través de la oración intensa y constante, pero también a través del cuidado de la cocina, en la lavandería de los seminarios y rectorías, en un “servicio humilde y gozoso” a imitación de “Cristo Siervo” que lavó los pies a sus discípulos.
Hoy sus hermanas trabajan en más de 200 instituciones de educación y evangelización en Canadá, Estados Unidos, Italia, Brasil, Haití, Chile, Honduras y Guatemala.
El Papa Juan Pablo II llamó a Paradis la “humilde entre los humildes” cuando la beatificó durante su visita a Montreal en 1984, la primera beatificación que tuvo lugar en suelo canadiense.
“No tenía miedo de las diferentes formas de trabajo manual, que son la carga que recae sobre tantas personas hoy en día, mientras se consideraba un honor en la Sagrada Familia, en la vida misma de Jesús en Nazaret. Allí vio la voluntad de Dios para su vida. Con los sacrificios inherentes a este trabajo, pero ofrecidos por amor, conoció una profunda alegría y paz”, dijo Juan Pablo II.
“Sabía que se refería a la actitud fundamental de Cristo, ‘que no vino para ser servido, sino para servir’. Estaba completamente impregnada de la grandeza de la Eucaristía: este es uno de los secretos de sus motivaciones espirituales”, añadió.
El milagro atribuido a la intercesión de Paradis involucró la curación de una niña recién nacida que sufrió de “asfixia perinatal prolongada con falla multiorgánica y encefalopatía” durante su nacimiento, en 1986, en un hospital de Saint-Jean-sur-Richelieu (Canadá), según el Vaticano.
Mártires de Damasco, Siria (m. 1860)
La Iglesia también ganará 11 nuevos santos mártires que fueron asesinados por negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al islam. Los “Mártires de Damasco” fueron asesinados “por odio a la fe” en la iglesia franciscana de San Pablo en Damasco (Siria), el 10 de julio de 1860.
Ocho de los mártires son frailes franciscanos, seis sacerdotes y dos religiosos profesos, todos misioneros de España, excepto el P Engelbert Kolland, que era de Salzburgo (Austria).
Los otros tres son laicos que también murieron en el asalto a la iglesia franciscana esa noche: Francis, Mooti y Raphael Massabki, todos hermanos de una familia católica maronita.
Francis Massabki, el mayor de los hermanos, era padre de ocho hijos. Mooti era padre de cinco hijos y visitaba la iglesia de San Pablo todos los días para orar y dar lecciones de catecismo. El hermano menor, Rafael, era soltero y se sabía que pasaba largos períodos de tiempo rezando en la iglesia y ayudando a los frailes.
Su martirio tuvo lugar durante la persecución de los cristianos por parte de musulmanes y chiítas drusos desde el Líbano hasta Siria en 1860, que se saldó con miles de víctimas.
A altas horas de la noche, los extremistas entraron en el convento franciscano, situado en el barrio cristiano de Bab-Touma (San Pablo) en la Ciudad Vieja de Damasco, y masacraron a los frailes: el P. Manuel Ruiz, el P. Carmelo Bolta, el P. Nicanor Ascanio, el P. Nicolás M. Alberca y Torres, el P. Pedro Soler, Kolland, el hermano Francisco Pinazo Peñalver y el hermano Juan S. Fernández.
ACI Mena —-agencia de noticias en árabe de EWTN News— proporcionó un relato del martirio de los tres hermanos Massabki que también estaban en la iglesia esa noche: Los asaltantes le dijeron a Francis Massabki que su vida y la de sus hermanos serían perdonadas con la condición de que negara su fe cristiana y abrazara el islam, a lo que Francisco respondió: “Somos cristianos, y en la fe de Cristo, moriremos. Como cristianos, no tememos a los que matan el cuerpo, como dijo el Señor Jesús”.
Entonces miró a sus dos hermanos y les dijo: “Sed valientes y estad firmes en la fe, porque la corona de la victoria está preparada en el cielo para los que perseveran hasta el fin”. Inmediatamente, proclamaron su fe en Cristo con estas palabras: “Somos cristianos y queremos vivir y morir como cristianos”.
Al negarse a renunciar a su fe cristiana y convertirse al islam, los 11 mártires de Damasco fueron brutalmente asesinados, algunos decapitados con sables y hachas, otros apuñalados o apaleados hasta la muerte.
Cada año, el 10 de julio, el calendario litúrgico de la Custodia de Tierra Santa conmemora a estos mártires. En la capital siria, las comunidades latina y maronita a menudo celebran juntas este día.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.
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