El P. Filippo Morlacchi, sacerdote fidei donum de la Diócesis de Roma en la Ciudad Santa, contó “más de cien” estelas resplandecientes en el medio de la noche: eran misiles sobre el cielo de Jerusalén que fueron disparados desde Irán. En una entrevista con Vatican News, el sacerdote aseguró sentir “mucho miedo” durante uno de los ataques de los últimos días.
“Entonces fui a refugiarme en una parte más segura de mi casa. Pero tal vez habría sido inútil: la potencia de aquellas explosiones habría aniquilado cualquier refugio. Cualquiera”, manifestó.
El P. Morlacchi se encuentra en la que es probablemente la zona de Jerusalén más propensa a recibir ataques, en la línea fronteriza entre el este y el oeste, a veinte metros de la Puerta de Damasco, entrada a la Ciudad Vieja.
El sacerdote, que trabaja para el Patriarcado Latino de Jerusalén, expresó que el ataque del pasado 1 de octubre ha afectado gravemente la cotidianidad de la Ciudad Santa, ya acostumbrada en cierto sentido al conflicto. Hay poco movimiento y varios establecimientos comerciales han dejado de funcionar. La policía ya no se ve en las calles. “En el fondo, es una situación surrealista que vivimos desde hace meses”, indicó.
Los ataques lanzados desde Irán no dejaron muertos ni heridos, a diferencia de los que Israel desató en contra de buena parte del territorio libanés en los últimos días. El P. Morlacchi llama a los misiles “mensajeros de la muerte” y cree que los que pudo observar “iban dirigidos a objetivos militares, no civiles”.
“Unas horas antes del atentado, las autoridades habían pedido prudencia: incluso se habían prohibido las celebraciones y los actos con gran afluencia de público. Hay que recordar que esta noche [desde el 2 de octubre hasta el 4 de octubre] comienza la fiesta de Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, y la semana que viene en el Muro de las Lamentaciones se esperaban multitudes de creyentes que ahora ya no podrán participar en esos ritos religiosos”, explicó el sacerdote.