21 de noviembre de 2024 Donar
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Análisis: Esta semana en el Sínodo de la Sinodalidad: ¿Revolución o mucho ruido y pocas nueces?

El Arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Cardenal Juan José Omella Omella, llega a la Basílica de San Pedro para un servicio penitencial por el Sínodo de los Obispos presidido por el Papa Francisco el 1 de octubre de 2024, en la Ciudad del Vaticano./ Crédito: Franco Origlia/Getty Images.

Tal vez esté en la naturaleza misma del Sínodo de la Sinodalidad dar pasos atrás después de haber dado varios pasos adelante. Pero el tono de los primeros días de la última asamblea general del Sínodo hace evidente que, por el momento, no se habla de revolución dentro de la Iglesia.

Ese tono se estableció días antes de que comenzara la reunión esta semana en el Vaticano, cuando en su discurso en Bélgica el 27 de septiembre, el Papa Francisco dijo que el Sínodo no estaba destinado a promover lo que llamó reformas “a la moda”.

Ahora parece claro que, si bien los delegados pueden discutir muchas cosas durante las próximas tres semanas, no se decidirá nada. No habrá cambios doctrinales. No hay disminución del papel del obispo. No hay prisa por resolver la cuestión de abrir el diaconado a las mujeres.

En cambio, el verdadero desafío de este mes bien puede ser cómo manejar las expectativas de aquellos que esperan y presionan por cambios radicales. El Cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo, aludió a ese peligro al final de la asamblea del año pasado cuando señaló que muchos se sentirían decepcionados si no se diera a las mujeres un papel más importante en la Iglesia.

Pero, ¿se vislumbra un cambio importante en el gobierno de la Iglesia? Eso parece poco probable. El propio Papa Francisco, en su discurso de apertura de la asamblea de este año, el 1 de octubre, enfatizó que “la presencia en la Asamblea del Sínodo de los Obispos de miembros que no son obispos no disminuye la dimensión ‘episcopal’ de la Asamblea”, en referencia a las docenas de laicos y religiosas que participan como delegados con derecho a voto.

Añadió, con evidente fastidio, que las sugerencias en sentido contrario se debían a “alguna tempestad de rumores que van de un lado para otro”. De hecho, ni siquiera hay “algún límite” ni se deroga “la autoridad propia de cada obispo y del Colegio episcopal”, dijo.

Más bien, trató de aclarar el Papa, la asamblea “señala la forma en que está llamado a asumir el ejercicio de la autoridad episcopal en una Iglesia consciente de ser constitutivamente relacional y por ello sinodal”. En resumen, es un “modus gubernandi”, una forma de gobernar. Sin embargo, sigue siendo un gobierno más que un foro abierto.

Ha habido muchas otras señales de que ninguna revolución es inminente.

Por ejemplo, el Cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, dijo en su informe sobre los nuevos ministerios que el Papa Francisco no considera que la cuestión del diaconado femenino esté “madura”. En otras palabras, la reflexión continúa. La Iglesia se esforzará por dar más espacio a las mujeres en los puestos de toma de decisiones, pero se necesita una mayor discusión sobre cualquier tipo de ministerio ordenado, algo que el Papa ya había indicado en su conferencia de prensa en vuelo el 29 de septiembre a su regreso de Bélgica.

Además, en sus informes intermedios al Sínodo, los grupos de estudio encargados por el Papa para examinar las cuestiones del diaconado femenino y otros temas controvertidos mostraron cierta prudencia por parte de los obispos al abordar las cuestiones doctrinales. Los obispos pueden conceder dar a los laicos una mayor voz en la toma de decisiones, tal vez, pero no cuando se trata de asuntos doctrinales.

El grupo de estudio encargado de examinar el papel del “obispo-juez” es un claro ejemplo. El Papa Francisco ha colocado a los obispos en el centro del proceso de nulidad matrimonial, pidiendo —de hecho casi imponiendo— que sean los jueces finales. Pero los obispos llamados a hablar sobre el tema han reafirmado que el obispo, en algunos casos, debería tener la opción de delegar esa responsabilidad a los tribunales regionales y nacionales que “podrían garantizar una gran imparcialidad en las decisiones”. ¿Es esto un paso atrás con respecto a lo que el Papa Francisco ya ha pedido?

Y cuando se trata de hacer más transparente el proceso de selección de obispos, mucho depende de cómo el nuncio apostólico en cada país ejerza el proceso de selección. Se pide “más atención a la Iglesia local” y “más participación de la Iglesia local”, pero se trata de una cuestión de enfoque, no de cambio revolucionario.

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Del mismo modo, mientras la noticia es que el Dicasterio para los Obispos ha iniciado una investigación para evaluar la práctica de las visitas ad limina, ya sabemos que el Papa Francisco ha incluido durante mucho tiempo reuniones interdepartamentales en sus visitas ad limina cuando la situación local lo requiere.

Los grupos de estudio también han enfatizado que no hay necesidad de cambiar la Ratio Fundamentalis, el documento del Vaticano, ya revisado por el Papa Francisco en 2016, que sirve de base para la formación de sacerdotes y diáconos. A lo sumo, dice el texto del grupo de estudio, se podría escribir “un preámbulo que, por un lado, describa claramente la identidad relacional de los ministros ordenados en una Iglesia sinodal y misionera e indique, por otro lado, los principios y criterios para la implementación de la Ratio Fundamentalis y la Ratio Nationales en armonía con este marco eclesiológico y misionológico”.

Quizás la parte más interesante se refiere a la cuestión de la relación entre las Iglesias orientales católicas y la Iglesia latina porque, según el texto del grupo de estudio, se pretende tener un “documento de la Santa Sede, editado por el Dicasterio para las Iglesias Orientales, dirigido por el Santo Padre a los obispos latinos y que contenga algunas orientaciones sobre estos aspectos”.

La comisión canónica del Sínodo se centra en hacer obligatorios los consejos pastorales diocesanos/eparquiales y parroquiales. Pero este tema ya se destaca en el documento de la Comisión Teológica Internacional sobre la sinodalidad, publicado en 2018.

Hasta aquí, en resumen, se ha hablado mucho de nada. Quizá se insista más en el “grito de los pobres” y en la necesidad de no centrarse en cuestiones doctrinales. Y, sin embargo, cuando se trata de hacer una propuesta concreta, los obispos parecen contentarse con su disciplina ordinaria.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.

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