30 de septiembre de 2024 Donar
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Sínodo de la Sinodalidad: El P. Radcliffe llama a buscar la verdad desechando los propios miedos

P. Timothy Radcliffe OP/ Crédito: Daniel Ibáñez / EWTN News

El P. Timothy Radcliffe OP ha pedido a los participantes en la segunda sesión del Sínodo de la Sinodalidad ser buscadores de la verdad y a superar los propios miedos en dos meditaciones propuestas durante la primera jornada de oración previa. 

A la espera de la inauguración el próximo día 2 de octubre de la segunda fase del Sínodo de la Sinodalidad, quien fuera maestro de la Orden de Predicadores entre 1992 y 2001, está encargado de dirigir el retiro que se celebra desde este lunes en Roma. 

Sus reflexiones están basadas en el Evangelio según San Juan y centradas en cuatro escenas en torno a la resurrección que ha titulado Buscando en la oscuridad, La habitación cerrada, El forastero en la playa y Desayuno con el Señor y que, de formas diversas arrojan “algo de luz sobre cómo ser una Iglesia sinodal misionera en nuestro mundo crucificado”. En la mañana de este lunes, ha expuesto las dos primeras. 

Recientemente, el dominico de 79 años aseguró en un artículo publicado en L'Osservatore Romano que los “deseos” de atracción hacia el mismo sexo, como todos los deseos, son “dados por Dios” y necesitan ser “educados” en lugar de negados.

Complementariedad en la búsqueda de la verdad

En la meditación titulada Buscando en la oscuridad, el P. Radcliffe ha comenzado expresando su esperanza en que los participantes en el sínodo “empecemos a ver a aquellos con los que no estamos de acuerdo no como oponentes, sino como condiscípulos, compañeros de búsqueda”. 

El inicio del relato de la resurrección sitúa a María Magdalena buscando al Señor en la noche. Con este marco, el predicador ha señalado que “nosotros también podemos sentirnos en la oscuridad. Desde la última Asamblea, muchas personas, incluidos los participantes en este Sínodo, han expresado sus dudas sobre si se va a lograr algo”. 

En el lugar donde está el Señor resucitado, hay tres personajes: María Magdalena, San Juan y San Pedro: “Cada uno busca al Señor a su manera; cada uno tiene su propia forma de amar y cada uno su propio vacío. Cada uno de estos buscadores tiene su propio papel en el amanecer de la esperanza. No hay rivalidad. Su dependencia mutua encarna el corazón de la sinodalidad”, ha expresado el dominico.

Al igual que ellos tienen preguntas en su interior, el P. Radcliffe ha señalado que “debemos atrevernos a llevar a este Sínodo las preguntas más profundas de nuestro corazón, preguntas desconcertantes que nos invitan a una vida nueva”, de tal forma que, “si escuchamos las preguntas de los demás con respeto y sin miedo, encontraremos una nueva manera de vivir en el Espíritu”. 

Así, ha augurado que el Sínodo de la Sinodalidad será un momento de gracia “si nos miramos los unos a los otros con compasión, y vemos a personas que son como nosotros, buscando” en vez de ver a “ese horrible cardenal conservador” o “esa feminista aterradora”.

Los tres modos de búsqueda representados por María Magdalena, San Juan y San Pedro “corresponden a tres vacíos en nuestra vida: el amor tierno que busca la presencia; la búsqueda de sentido, de luz y de perdón”.

A juicio del P. Radcliffe, cada uno de ellos representa “a un grupo que se sintió de alguna manera excluido en la última Asamblea” (las mujeres, los teólogos y los párrocos) que no deberían competir “por ser vistos como víctimas” porque “la búsqueda en la oscuridad del Señor necesita de todos estos testigos, como el Sínodo necesita de todas las formas en que amamos y buscamos al Señor”. 

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La santidad es estar vivo en Dios

Durante su segunda meditación, La habitación cerrada, el P. Radcliffe se ha basado en los miedos de los discípulos encerrados antes de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés. Así, ha señalado que “el reto para nosotros es ayudarnos unos a otros a respirar profundamente el rejuvenecedor Espíritu Santo”. En este sentido, ha invitado a pensar “en los miedos que pueden impedirnos llegar a estar vivos en Dios”.

“Todos conocemos el miedo a ser heridos. Algunos de nosotros venimos a esta Asamblea nerviosos por no encontrar reconocimiento y aceptación. Nuestras esperanzas para la Iglesia pueden ser despreciadas”, ha compartido el dominico, quien ha puntualizado que “vivir en Dios significa no tener miedo a las heridas”.

Aún más, ha subrayado: “Uno de los hermanos puede cambiar de sexo, el ecónomo puede huir con el dinero, ¡la Iglesia puede saltar por los aires! Pero Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado y Cristo volverá”.

A continuación, el P. Radcliffe ha explicado que “la paz de Dios no significa que nos sintamos en paz” y que para muchos de los presentes quizá “el reto más profundo sea estar en paz con nosotros mismos”.

Siguiendo su argumentación, ha descrito el miedo de muchos a que la Iglesia que aman cambie o no lo haga en determinados aspectos: “Nuestro feroz amor por la Iglesia también puede, paradójicamente, volvernos estrechos de miras: el miedo a que se vea perjudicada por reformas destructivas que socaven las tradiciones que amamos. O el miedo a que la Iglesia no se convierta en el hogar abierto que anhelamos. Es profundamente triste que a menudo la Iglesia sea herida por aquellos que aman a la Iglesia”.

Tras destacar que “las puertas del Hades no prevalecerán”, el dominico ha alertado de que “nuestro mismo amor a la Iglesia, de maneras totalmente diferentes, puede encerrarnos en un mundo estrecho, mirándonos el ombligo eclesiástico, observando a los demás, listos para detectar sus desviaciones y denunciarlas”.

Así, ha denunciado que “el pecado nos encierra en prisiones de narcisismo y política partidista”, frente a lo que ha proclamado que “este sínodo no es un lugar para negociar cambios estructurales, sino para optar por la vida, por la conversión y el perdón”. También ha llamado a superar durante el Sínodo de la Sinodalidad “toda la violencia que hay en nuestros corazones”. 

Por último, el P. Radcliffe se ha dirigido a los teólogos que “también se retiran a veces a la habitación cerrada de la academia por miedo a la conversación con el Pueblo de Dios”. 

Tras reconocer que su trabajo es necesario para “que nos mantengan en lo que San Pablo llama ‘la obediencia de la fe’”, ha enfatizado que “esta dura disciplina de estudio está, en última instancia, al servicio de la conversación con nuestros contemporáneos, para acompañarles en el viaje hacia el misterio infinito del amor divino”.

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