Hay una breve historia bíblica que se narra en el Libro de las Crónicas, que me gustaría evocar aquí. El protagonista es Iabés, que dirige a Dios esta súplica: «Si me bendices verdaderamente, ensancharás mis fronteras» (1 Cr 4,10). Iabés significa “dolor”, y lo habían llamado así porque su madre había sufrido mucho al darlo a luz. Pero ahora Iabés no quiere quedarse encerrado en su dolor, dejándose arrastrar por el lamento, y pide al Señor “ensanchar las fronteras” de su vida, para entrar en un espacio bendito, más grande, más acogedor.
Ensanchar las fronteras y ser un espacio abierto para el hombre y para la sociedad constituye la gran misión de la Universidad.
En nuestro contexto, efectivamente, nos encontramos ante una situación ambivalente, en la que los márgenes se estrechan. Por una parte, estamos sumergidos en una cultura marcada por la renuncia a la búsqueda de la verdad; hemos perdido la inquieta pasión de indagar, para refugiarnos en la comodidad de un pensamiento débil, en la convicción de que todo es igual, de que una cosa vale lo mismo que la otra, de que todo es relativo. Por otra parte, cuando se habla de la verdad en los contextos universitarios y también en otros ámbitos, se cae muchas veces en una actitud racionalista, según la cual sólo se puede considerar verdadero lo que podemos medir y experimentar, como si la vida se redujese únicamente a la materia y a lo visible. En ambos casos los límites resultan reducidos.
En cuanto al primer punto, tenemos el cansancio del espíritu, que nos relega a una incertidumbre constante y a la ausencia de pasión, como si fuese inútil buscar un sentido en una realidad que permanece incomprensible. Este sentimiento emerge frecuentemente en algunos personajes de las obras de Franz Kafka, que describió la condición trágica y angustiante del hombre del siglo XX. En un diálogo entre dos personajes de uno de sus relatos, encontramos esta afirmación: «Creo que usted no tiene tratos con la verdad simplemente porque es demasiado agotadora» (Descripción de una lucha, 1908). Buscar la verdad es agotador, porque nos obliga a salir de nosotros mismos, a arriesgarnos, a hacernos preguntas. Y, por eso, nos atrae más —en el cansancio del espíritu— una vida superficial que no plantea demasiados interrogantes; así como del mismo modo nos atrae más una “fe” fácil, ligera y cómoda, que nunca nos cuestiona nada.
En cuanto al segundo punto, por el contrario, tenemos el racionalismo sin alma, en el que hoy corremos el riesgo de caer nuevamente, condicionados por la cultura tecnocrática. Cuando se reduce al hombre a la mera materia, cuando se quiere forzar la realidad a los límites de lo que es visible; cuando la razón es únicamente aquella matemática y “de laboratorio”, entonces se pierde el asombro, se esfuma esa maravilla interior que nos empuja a buscar más allá, a mirar al cielo, a desentrañar aquella verdad escondida que afronta las preguntas fundamentales: ¿por qué existo?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿cuál es el objetivo final y la última meta de este viaje? Se preguntaba Romano Guardini: «¿Por qué el hombre, a pesar de todo el progreso, sigue siendo un desconocido para sí mismo y lo es cada vez más? Porque ha perdido la llave para comprender la esencia del hombre. La ley de nuestra verdad dice que el hombre se reconoce sólo desde lo alto, por encima de él, desde Dios, porque sólo de Dios trae su existencia» (Oración y verdad).
Queridos profesores, contra el cansancio del espíritu y el racionalismo sin alma, aprendamos también nosotros a rezar como Iabés: “Señor, ensancha nuestras fronteras”. Pidamos que Dios bendiga nuestro trabajo, al servicio de una cultura capaz de afrontar los retos de hoy. El Espíritu Santo que hemos recibido como don nos impulsa a buscar, a abrir los espacios de nuestro pensar y de nuestro obrar, hasta guiarnos a la verdad plena (cf. Jn 16,13). Tenemos la certeza —como nos ha dicho el rector al inicio— “de que no sabemos todavía todo”, pero, al mismo tiempo, es precisamente esta limitación la que debe empujarles siempre a ir hacia adelante, ayudándoles a mantener encendida la llama de la investigación y a seguir siendo como una ventana abierta al mundo de hoy.