Precisó asimismo que, aunque las estadísticas apuntan que la gran mayoría de los abusos se dan en las familias, en el barrio o en el mundo del deporte y en la escuela, “si hay uno sólo, es suficiente para avergonzarse”.
“En la Iglesia debemos pedir perdón por esto, y que los otros pidan perdón por su parte. Esta es nuestra vergüenza y nuestra humillación”, confirmó.
Lamenta el fenómeno de las adopciones forzadas
También hizo referencia al fenómeno de las “adopciones forzadas”, presentes también en Bélgica entre los años 50 y 70 del siglo pasado, algo que según el Pontífice “continúa realizándose en la actualidad en algunos países y culturas”.
“En esas historias espinosas se mezcló el fruto amargo de un crimen y un delito, con aquello que era lamentablemente el resultado de una mentalidad difundida en todos los estratos de la sociedad; hasta el punto que, quienes actuaban de acuerdo a esa mentalidad, pensaban en conciencia que estaban haciendo un bien, tanto para el niño como para la madre”, explicó.
Precisó que, con frecuencia, las familias y otras entidades sociales, incluida la Iglesia, pensaron que, “para quitar el estigma negativo, que desgraciadamente en esos tiempos afectaba a la que era madre soltera, sería mejor para ambos, madre e hijo, que este último fuera adoptado”.
“Hubo incluso casos en los cuales a algunas mujeres no se les dio la oportunidad de decidir si quedarse con el niño o darlo en adopción”, lamentó.
Como sucesor del apóstol Pedro, suplicó al Señor “para que la Iglesia encuentre siempre en sí misma la fuerza para actuar con claridad y no uniformarse con la cultura dominante, aun cuando esa cultura utilizase —manipulándolos— valores que derivan del Evangelio, pero sólo para sacar de ellos conclusiones ilegítimas, con sus consecuentes cargas de sufrimiento y exclusión”.
“Rezo para que teman al juicio de la conciencia, de la historia y de Dios, y conviertan la mirada y los corazones, poniendo siempre el bien común en primer lugar”, expresó a continuación.
“La esperanza es un regalo de Dios”
El Santo Padre quiso concluir su discurso con esperanza, la cual, precisó, “no es una cosa que se lleva en la mochila durante el camino, no, la esperanza es un regalo de Dios que no defrauda nunca y se lleva en el corazón”.
“Y entonces quiero dejarles este deseo de esperanza, a ustedes y a todos los hombres y mujeres que viven en Bélgica: que puedan pedir y recibir siempre este don del Espíritu Santo, para caminar juntos con Esperanza en el camino de la vida y de la historia”, concluyó el Papa Francisco.
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