22 de noviembre de 2024 Donar
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7 maneras en que el Sínodo de la Sinodalidad puede (todavía) cambiar la Iglesia Católica

El Sínodo de la Sinodalidad inaugurado con una Misa en la Plaza de San Pedro el pasado 4 de octubre de 2023./ Crédito: Daniel Ibáñez/EWTN News.

ANÁLISIS: El encuentro de octubre podría conducir a varios cambios importantes que impactarán la vida diaria en la Iglesia Católica.

Los temas más controvertidos pueden quedar fuera de la agenda de la asamblea del Sínodo de la Sinodalidad que se celebrará el próximo mes en Roma, pero no nos engañemos: la reunión del 2 al 27 de octubre aún podría conducir a varios cambios importantes que afecten la vida cotidiana en la Iglesia Católica.

Los delegados del Sínodo, que concluirá un proceso sinodal global de cuatro años centrado en cómo aumentar la participación en la Iglesia Católica, probablemente discutirán y posiblemente aprobarán propuestas que abarquen todos los temas, desde las mujeres en puestos de liderazgo hasta la capacidad de las conferencias episcopales nacionales para tomar decisiones doctrinales.

El potencial para cambios impactantes permanece incluso después de que el Papa Francisco decidió transferir temas polémicos —como la posibilidad de que las mujeres sean diaconisas y el discernimiento de cuestiones doctrinales controversiales (incluyendo aquellas relacionadas con la sexualidad)— a grupos de estudio dedicados y no a la asamblea sinodal en su conjunto.

De hecho, tanto teólogos preocupados como activistas entusiastas han especulado que al centrarse en temas más fundamentales como la toma de decisiones en la vida de la Iglesia, el Sínodo podría en realidad “abrir la puerta” a esfuerzos para cambiar doctrinas y disciplinas particulares.

Y aunque participantes como el Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena (Austria) han dicho que los temas específicos del Sínodo “están un poco en el aire”, el documento que guiará las discusiones de octubre, el Instrumentum Laboris (IL) 2, ya incluye bocetos iniciales de propuestas concretas.

Más de 360 ​​delegados con derecho a voto —incluidos, por segundo año consecutivo, un número significativo de mujeres y hombres no ordenados— debatirán estas propuestas durante todo el mes de octubre antes de votar un documento final. 

El Papa Francisco tomará en consideración este texto antes de escribir su propia enseñanza postsinodal, a menos que decida simplemente aceptar el documento final del Sínodo como magisterial, como se lo permite un cambio reciente en el derecho canónico.

Sea como sea, nos espera un octubre mucho más trascendental de lo que nos quieren hacer creer quienes se centran únicamente en “temas polémicos”.

He aquí siete maneras concretas en las que el Sínodo aún puede cambiar la Iglesia Católica.

1. Las mujeres en los seminarios y en todas partes

Se espera que el Sínodo haga un llamamiento a que las mujeres participen más en los seminarios. No, no como candidatas al sacerdocio, sino como participantes vitales en el proceso de formación de los hombres que sí lo son.

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El IL enfatiza la importancia de que las mujeres tengan acceso a roles de “enseñanza y formación” en contextos de seminario, lo que permitirá que los futuros sacerdotes y mujeres “crezcan en su conocimiento mutuo y estima mutua y en su capacidad de cooperar”.

La propuesta es sólo una de las muchas que se proponen impulsar el papel de la mujer en la Iglesia. Otras incluyen una mayor participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones, en los puestos diocesanos de responsabilidad y como jueces en los procesos canónicos. 

En resumen, el objetivo es que las mujeres desempeñen un papel más importante en todos los ámbitos de la Iglesia que no estén reservados exclusivamente a los clérigos. Todo forma parte de lo que el IL describe como la “reasignación de tareas”, cuyo desempeño, podría decirse, no requiere la ordenación sacerdotal.

Es probable que esto pueda implementarse en todas partes de la Iglesia, aunque también es cierto que su novedad —y por lo tanto su impacto— variará según la región.

En lugares como Estados Unidos, por ejemplo, es normal, aunque no obligatorio, que las mujeres sean instructoras de seminarios y ocupen puestos de liderazgo diocesano, como canciller o superintendente escolar.

No ocurre lo mismo en todos los contextos. En muchos países de África la falta de teólogos laicos calificados haría que la incorporación de mujeres a la formación en seminarios fuera un desafío mayor, lo que tal vez indique la necesidad de cambios más fundamentales.

Por lo tanto, si bien es probable que del Sínodo surjan propuestas concretas respecto al papel de la mujer en la Iglesia, el hecho de que sean recibidas como un llamado a un cambio dramático o simplemente como “más de lo mismo” probablemente variará según el contexto.

2. Conferencias episcopales sobrecargadas

El Papa Francisco ha pedido una “sana descentralización” en la Iglesia. Y el documento preparatorio del Sínodo propone el fortalecimiento de las conferencias episcopales como un paso en esa dirección.

Los participantes del Sínodo discutirán si las conferencias episcopales —órganos de obispos en un territorio determinado, como la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos— deberían convertirse en “sujetos eclesiales dotados de autoridad doctrinal” reconocidos canónicamente, capaces de tomar decisiones litúrgicas, disciplinarias e incluso teológicas. 

Este tipo de descentralización ha sido favorecida durante el Sínodo, entre otros, por los participantes alemanes, quienes probablemente lo ven como una manera de permitirles implementar cambios deseados y relacionados con la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad y la posibilidad de ordenar mujeres en Alemania. 

El IL señala que este tipo de “estilo sinodal” puede ayudar a “superar la idea de que todas las Iglesias deben necesariamente moverse al mismo ritmo en cada tema”, aunque también añade que las decisiones más localizadas no deberían afectar “la unidad de doctrina, disciplina y comunión de la Iglesia”.

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Los cambios en el estatus canónico de las conferencias episcopales —y su correspondiente nivel de autoridad— podrían producir cambios radicales en la práctica. Los críticos advierten que esto podría llevar a que las iglesias locales sigan su propio camino en cuestiones clave de doctrina y disciplina, quedando en comunión sólo de nombre. Es de esperar que este tema sea uno de los más debatidos el mes próximo.

3. Evaluaciones de los obispos

Para promover la transparencia y la rendición de cuentas, es probable que el Sínodo proponga formas concretas en que las comunidades de la Iglesia puedan evaluar a sus líderes.

Además de las normas canónicas ya existentes, el IL establece que es necesario desarrollar “estructuras y formas de evaluación regular de cómo se ejercen las responsabilidades ministeriales de todo tipo”.

“La evaluación, entendida en un sentido no moralista, permite a los ministros adaptarse rápidamente y fomenta su crecimiento y capacidad para desempeñar mejor su servicio”, afirma el documento.

La propuesta se presenta como una manera de combatir el clericalismo y probablemente será bien recibida por aquellos que desean que los líderes de la Iglesia sean más responsables ante su gente al tomar decisiones, ya sea sobre finanzas, reorganización diocesana o incluso el horario de las misas parroquiales.

Sin embargo, es probable que otros expresen su preocupación por hacer que la relación entre los ministros y aquellos a quienes sirven sea excesivamente evaluativa, algo que podría tensar lo que también se supone que es un vínculo espiritual.

Después de todo, un estudio encontró que un efecto similar tuvo lugar en los Estados Unidos después de que los protocolos de prevención del abuso sexual llevaron a muchos sacerdotes a sentir que sus obispos los veían principalmente como posibles responsables legales.

Los delegados del Sínodo, la mayoría de los cuales son obispos, probablemente querrán protegerse contra resultados imprevistos similares en cualquier proceso de evaluación formal que se establezca.

4. Ministerio de la Escucha

El documento preparatorio propone instituir un nuevo “ministerio de escucha y acompañamiento” como modo de hacer de la sinodalidad una experiencia más concreta en la vida de los creyentes comunes.

Este ministerio serviría como una “puerta abierta” a la comunidad, permitiendo a las personas entrar sin sentirse amenazadas o juzgadas. Además, se prevé que el ministerio permita que el discernimiento comunitario tenga lugar a nivel local, posiblemente facilitando la metodología de “conversación en el espíritu” del Sínodo .

Establecer este nuevo ministerio, afirma el IL, indicaría el “carácter profético” de la escucha, demostrando tanto que escuchar es una parte ordinaria de la vida de la Iglesia y que es una prioridad eclesial.

El Papa Francisco ya ha mostrado su voluntad de instituir nuevos ministerios para abordar una necesidad percibida, creando el ministerio del catequista en 2021. 

Con el "ministerio de la escucha" ya desarrollado en el documento preparatorio de la sesión sinodal de 2024, se espera que se proponga alguna forma de este a fines de octubre, y que el Papa Francisco actúe rápidamente para implementarlo.

5. Votos más allá de los consultivos

Uno de los principales objetivos del próximo mes será conseguir que más personas participen en la toma de decisiones pastorales en la Iglesia. 

El IL dice que la autoridad eclesial competente será libre de tomar decisiones finales sin “competencia ni conflicto”, ya que esta autoridad está arraigada en la “estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo”.

Pero el texto también implica que un obispo está en cierta medida obligado a aceptar el “acuerdo general que surge” de los procesos consultivos. 

No está claro cómo se resolverán en última instancia los conflictos que puedan surgir, de modo que respete tanto la jerarquía de la Iglesia como la visión propuesta de sinodalidad.

Este panorama se vuelve aún más confuso cuando el IL propone corregir la fórmula canónica que habla de “voto consultivo únicamente”, porque “disminuye el valor de la consulta”.

Aunque los detalles de lo que realmente se propone en relación con la ampliación de la participación en la toma de decisiones siguen siendo muy confusos, un cambio de ese tipo podría tener consecuencias enormes. Es de esperar que los delegados del Sínodo soliciten más claridad durante su estancia en Roma.

6. Solidaridad intraeclesial

Dada su naturaleza internacional, el Sínodo de la Sinodalidad ha sido aclamado por los participantes como un momento de profundización de la solidaridad y enriquecimiento mutuo entre los católicos en la Iglesia universal. Además, como dice el IL, “la existencia de Iglesias ricas e Iglesias que viven en grandes dificultades es un escándalo”.

Por lo tanto, esperamos que surjan propuestas que formalicen que las Iglesias locales compartan sus respectivos dones, no sólo materiales sino también catequéticos y ministeriales.

Es cierto que ya existen iniciativas de colaboración, por ejemplo, entre las iglesias más ricas de Occidente y las más dinámicas del Sur global, que incluyen intercambios de sacerdotes y recursos financieros, pero una propuesta concreta del Sínodo podría impulsar una renovada dedicación a este tipo de “compartir dones”, de manera similar a cómo la directiva de San Juan XXIII desencadenó un movimiento de parroquias misioneras patrocinadas por Norteamérica en América Central y del Sur en la década de 1960.

7. Un Sínodo sin fin

El penúltimo borrador del resumen de la sesión sinodal de 2023 incluía una propuesta para crear “un sínodo permanente de obispos elegidos por las conferencias episcopales para apoyar el ministerio petrino”, en otras palabras, un “supersínodo” permanente y geográficamente representativo para asesorar al Papa de manera continua.

La propuesta no llegó a la fase final en ese momento, pero un lenguaje alusivo ha encontrado su lugar en el documento preparatorio de la sesión de 2024.

Citando la constitución apostólica Episcopalis Communio de 2018 del Papa Francisco, el documento pide la transformación del Sínodo “de un evento ocasional a un proceso eclesial que se extiende en el espacio y el tiempo”. 

Si bien no se han brindado detalles concretos sobre cómo hacer que el Sínodo de los Obispos pase de ser un “evento ocasional” (que normalmente se realiza una vez cada tres años sobre un tema determinado por el Papa) a un “proceso eclesial” permanente, el documento sí habla afirmativamente del “proceso por etapas” del Sínodo sobre la sinodalidad. 

La sesión de clausura de octubre se produce después de tres años de sesiones diocesanas, nacionales y regionales.

El Sínodo de la Sinodalidad podría concluir a fines de octubre, pero si los delegados proponen algo como un “supersínodo” y el Papa Francisco lo acepta, seguiremos oyendo hablar de sínodos en Roma mucho después de este año.


Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.

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