Sin embargo, es probable que otros expresen su preocupación por hacer que la relación entre los ministros y aquellos a quienes sirven sea excesivamente evaluativa, algo que podría tensar lo que también se supone que es un vínculo espiritual.
Después de todo, un estudio encontró que un efecto similar tuvo lugar en los Estados Unidos después de que los protocolos de prevención del abuso sexual llevaron a muchos sacerdotes a sentir que sus obispos los veían principalmente como posibles responsables legales.
Los delegados del Sínodo, la mayoría de los cuales son obispos, probablemente querrán protegerse contra resultados imprevistos similares en cualquier proceso de evaluación formal que se establezca.
4. Ministerio de la Escucha
El documento preparatorio propone instituir un nuevo “ministerio de escucha y acompañamiento” como modo de hacer de la sinodalidad una experiencia más concreta en la vida de los creyentes comunes.
Este ministerio serviría como una “puerta abierta” a la comunidad, permitiendo a las personas entrar sin sentirse amenazadas o juzgadas. Además, se prevé que el ministerio permita que el discernimiento comunitario tenga lugar a nivel local, posiblemente facilitando la metodología de “conversación en el espíritu” del Sínodo .
Establecer este nuevo ministerio, afirma el IL, indicaría el “carácter profético” de la escucha, demostrando tanto que escuchar es una parte ordinaria de la vida de la Iglesia y que es una prioridad eclesial.
El Papa Francisco ya ha mostrado su voluntad de instituir nuevos ministerios para abordar una necesidad percibida, creando el ministerio del catequista en 2021.
Con el "ministerio de la escucha" ya desarrollado en el documento preparatorio de la sesión sinodal de 2024, se espera que se proponga alguna forma de este a fines de octubre, y que el Papa Francisco actúe rápidamente para implementarlo.
5. Votos más allá de los consultivos
Uno de los principales objetivos del próximo mes será conseguir que más personas participen en la toma de decisiones pastorales en la Iglesia.
El IL dice que la autoridad eclesial competente será libre de tomar decisiones finales sin “competencia ni conflicto”, ya que esta autoridad está arraigada en la “estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo”.
Pero el texto también implica que un obispo está en cierta medida obligado a aceptar el “acuerdo general que surge” de los procesos consultivos.
No está claro cómo se resolverán en última instancia los conflictos que puedan surgir, de modo que respete tanto la jerarquía de la Iglesia como la visión propuesta de sinodalidad.
Este panorama se vuelve aún más confuso cuando el IL propone corregir la fórmula canónica que habla de “voto consultivo únicamente”, porque “disminuye el valor de la consulta”.
Aunque los detalles de lo que realmente se propone en relación con la ampliación de la participación en la toma de decisiones siguen siendo muy confusos, un cambio de ese tipo podría tener consecuencias enormes. Es de esperar que los delegados del Sínodo soliciten más claridad durante su estancia en Roma.
6. Solidaridad intraeclesial
Dada su naturaleza internacional, el Sínodo de la Sinodalidad ha sido aclamado por los participantes como un momento de profundización de la solidaridad y enriquecimiento mutuo entre los católicos en la Iglesia universal. Además, como dice el IL, “la existencia de Iglesias ricas e Iglesias que viven en grandes dificultades es un escándalo”.
Por lo tanto, esperamos que surjan propuestas que formalicen que las Iglesias locales compartan sus respectivos dones, no sólo materiales sino también catequéticos y ministeriales.
Es cierto que ya existen iniciativas de colaboración, por ejemplo, entre las iglesias más ricas de Occidente y las más dinámicas del Sur global, que incluyen intercambios de sacerdotes y recursos financieros, pero una propuesta concreta del Sínodo podría impulsar una renovada dedicación a este tipo de “compartir dones”, de manera similar a cómo la directiva de San Juan XXIII desencadenó un movimiento de parroquias misioneras patrocinadas por Norteamérica en América Central y del Sur en la década de 1960.
7. Un Sínodo sin fin
El penúltimo borrador del resumen de la sesión sinodal de 2023 incluía una propuesta para crear “un sínodo permanente de obispos elegidos por las conferencias episcopales para apoyar el ministerio petrino”, en otras palabras, un “supersínodo” permanente y geográficamente representativo para asesorar al Papa de manera continua.
La propuesta no llegó a la fase final en ese momento, pero un lenguaje alusivo ha encontrado su lugar en el documento preparatorio de la sesión de 2024.
Citando la constitución apostólica Episcopalis Communio de 2018 del Papa Francisco, el documento pide la transformación del Sínodo “de un evento ocasional a un proceso eclesial que se extiende en el espacio y el tiempo”.
Si bien no se han brindado detalles concretos sobre cómo hacer que el Sínodo de los Obispos pase de ser un “evento ocasional” (que normalmente se realiza una vez cada tres años sobre un tema determinado por el Papa) a un “proceso eclesial” permanente, el documento sí habla afirmativamente del “proceso por etapas” del Sínodo sobre la sinodalidad.
La sesión de clausura de octubre se produce después de tres años de sesiones diocesanas, nacionales y regionales.
El Sínodo de la Sinodalidad podría concluir a fines de octubre, pero si los delegados proponen algo como un “supersínodo” y el Papa Francisco lo acepta, seguiremos oyendo hablar de sínodos en Roma mucho después de este año.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.
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