También en esto intenté seguir su ejemplo, pero, con algunos años más que él, me limité a cuatro países: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. ¡Doy gracias al Señor, que me permitió hacer como Papa anciano lo que me hubiera gustado hacer como joven jesuita! Porque yo quería ir como misionero allí.
Una primera reflexión que surge espontáneamente tras este viaje es que, al pensar en la Iglesia, seguimos siendo demasiado eurocéntricos o, como se suele decir, “occidentales”. En realidad, ¡la Iglesia es mucho más grande! Mucho más grande que Roma, que Europa, mucho más grande. Y también, me permito decir, mucho más viva, en aquellos países.
Lo experimenté con emoción cuando conocí esas comunidades, escuchando los testimonios de sacerdotes, monjas, laicos, especialmente catequistas. Los catequistas son los que llevan adelante la evangelización. Iglesias que no hacen proselitismo, sino que crecen por “atracción”, como decía sabiamente Benedicto XVI.
En Indonesia, los cristianos son aproximadamente el 10%, y los católicos el 3%, la minoría. Pero lo que encontré fue una Iglesia viva, dinámica, capaz de vivir y transmitir el Evangelio en un país que tiene una cultura muy noble, proclive a armonizar la diversidad, y que al mismo tiempo cuenta con la mayor presencia de musulmanes del mundo.
En ese contexto, tuve la confirmación de cómo la compasión es el camino por el que los cristianos pueden y deben caminar para dar testimonio de Cristo Salvador y encontrarse al mismo tiempo con las grandes tradiciones religiosas y culturales. Sobre esto de la compasión, no olvidemos las tres características del Señor: cercanía, misericordia y compasión. Dios es cercano Dios es misericordioso y Dios tiene compasión.Si un cristiano no tiene compasión, no sabe nada.
“Fe, fraternidad, compasión” fue el lema de la visita a Indonesia: con estas palabras el Evangelio entra cada día, concretamente, en la vida de ese pueblo, acogiéndolo y dándole la gracia de Jesús muerto y resucitado. Estas palabras son como un puente, como el paso subterráneo que une la catedral de Yakarta con la mezquita más grande de Asia. Allí vi que la fraternidad es el futuro, es la respuesta a la anti-civilidad, a las tramas diabólicas del odio y la guerra. También del sectarismo.