Al celebrar la Misa por el “200 aniversario de la preservación del Santísimo Sacramento”, el 6 de mayo de 2018, el Arzobispo de Sydney recordó que el P. Jeremiah O'Flynn (1788-1831) “sufría de pasión por los viajes y se unió a una misión trapense en las Indias Occidentales. Cuando los monjes fueron expulsados de Martinica, él se quedó, aunque todavía era sólo diácono, cuidando a los esclavos católicos hasta que fue declarado incompetente por el arzobispo Neale de Baltimore, que tenía jurisdicción sobre esas islas”.
“O'Flynn se dirigió a Roma para responder a la acusación y allí se le ocurrió la idea de que debía ser capellán de la ciudad de Sydney. Fue secularizado, ordenado sacerdote y, de alguna manera, obtuvo una carta de nombramiento”, señaló el prelado.
Sin embargo, continuó, “el conde Bathurst se negó a confirmarlo, citando la ignorancia de O'Flynn tanto de la lengua inglesa como de la teología católica”.
A pesar de esto, O'Flynn “navegó hacia Sydney y, a su llegada a finales de 1817, le dijo al gobernador (de Nueva Gales del Sur, Lachlan) Macquarie que sus credenciales pronto llegarían. Macquarie, que en ese momento esperaba unificar la colonia mediante la extinción del papado, le prohibió llevar a cabo los ritos de su Iglesia hasta que se recibieran instrucciones de Londres”.
Lejos de obedecer a la autoridad británica, que favorecía a los anglicanos, “O'Flynn procedió a desafiar la orden, llevando a cabo bautismos, confesiones, matrimonios y Misas clandestinas en hogares católicos”, dijo Mons. Fisher.
Para 1818, cuando O'Flynn se encontraba en la región, Sydney llevaba cerca de una década sin que se celebrara la Misa para los ya 6.000 católicos que vivían ahí, luego que los primeros tres sacerdotes católicos que habían llegado —P. James Harold, P. James Dixon y P. Peter O’Neill— fueran regresados a Irlanda.