NOTA DEL EDITOR: Las tendencias autocráticas están muy arraigadas en la política de Latinoamérica y, sin embargo, el mismo tipo de acumulación de poder parece extenderse como un virus por todos los rincones del globo, también aquí en Estados Unidos.
Se dice con frecuencia que tenemos los líderes que nos merecemos, pero nadie se merece a Nicolás Maduro. Tampoco el pueblo oprimido de Venezuela.
Desde su ajustada elección como presidente hace 11 años, casi 8 millones de venezolanos han huido del país ante la hiperinflación paralizante, el aumento de la delincuencia, la falta de alimentos y medicinas; y una constante erosión de la democracia y los derechos humanos básicos.
Los expertos humanitarios temen otro éxodo masivo a raíz de las elecciones presidenciales del 28 de julio de este año, en las que Maduro asegura haber ganado a pesar de los abrumadores indicios de que fue el claro perdedor.
En una entrevista con EWTN Noticias el 22 de agosto, el Cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio vaticano para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, condenó la tragedia de las “migraciones forzadas” por los gobiernos como la que ocurre ahora en Venezuela.
“Todo migrante a la fuerza es un fracaso del estado… en términos de derechos humanos, desarrollo, seguridad, orden público… Todos los motivos que provocan que la gente se vaya son responsabilidad del estado”, destacó el cardenal. “Le pedimos a los gobiernos que resuelvan estos problemas, porque si no lo hacen, pierden su recurso más importante: su gente. Y esa es una tragedia lamentable”.