LONDRES,
Davina Chambers nunca será la misma. Pocas horas después de someterse a un aborto, entendió que había matado a su propio hijo. Ella expulsó en el baño de su casa la cabeza seccionada de su bebé, que había permanecido en su vientre por el descuido del médico que la atendió.
La joven inglesa de 29 años de edad tenía solo doce semanas de gestación. Decidió abortar agobiada por una enfermedad hepática, depresión y porque creía que no podría atender a sus otros tres hijos.
Sin embargo, nunca imaginó que ese aborto –lejos de resolver su problema- le ocasionaría el mayor dolor de su vida.
Chambers se sometió al aborto en el King's College Hospital de Londres. Fue dada de alta el mismo día, luego que médicos le hicieran tres “escaneos” para cerciorarse de que había expulsado todas las partes del feto.
Luego ocurrió lo inimaginable. "A la medianoche fui al baño y estaba sentada ahí cuando sentí que algo salió de mí como si hubiese dado a luz. Miré el inodoro y vi algo que parecía tener un hueso atravesado”, relató.
Examinó lo que expulsó junto a su ex pareja y distinguieron ojos, nariz, boca y hasta orejas. La cabeza media poco más de cuatro centímetros. Los dos adultos irrumpieron en un profundo llanto.