Cada 8 de agosto la Iglesia Católica celebra al gran Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores (Dominicos), quien recibió de manos de la Virgen el Santo Rosario. Antes de morir, el santo tuvo visiones proféticas que le dieron Cristo y la Virgen, y que un beato recopiló en sus escritos.
En el libro Vida del Glorioso Patriarca Santo Domingo de Guzman, escrito por el Beato dominico Francisco de Posadas, se cuenta que antes de morir, Cristo se le apareció a Santo Domingo como un apuesto joven en medio de un gran resplandor.
El Señor le dijo: “Ven amigo, ven, y entra a poseer los verdaderos gozos saliendo de esto caduco y temporal para la felicidad de lo eterno. Ven y acelera el paso, que se acercan las bodas del Cordero. Ven, con cierta esperanza, que tendrás gloriosa remuneración”.
“Ven que ya es tiempo que las fatigas paren en reposos: premios de las que padeciste por mi Iglesia. Ven, amado mío, y entra en la gloria. Ven, que te espera el último viaje donde se premiarán todos los pasos de tus caminos”.
Con estos avisos el santo aguardaba la hora de su partida y buscaba seguir creciendo en gracia. Asimismo, el Beato Francisco de Posadas señala que la Virgen María también se apareció al santo fundador de los Dominicos.
Domingo se dirigió con ternura y lágrimas a la Reina de los Ángeles pidiéndole por sus Dominicos. “Ahora pues, que insta el tiempo dichoso de mi remuneración, te encargo estos integrantes míos, para que tú los eduques como hijos y los conduzcas como Madre piadosa”, imploró.