Este 6 de agosto se cumplen 60 años de Ecclesiam suam, sobre el “mandato” de la Iglesia en el mundo contemporáneo, la primera encíclica de San Pablo VI y que puede ser definida como un “texto programático” que relanza algunas temáticas fundamentales de la renovación propuesta por el Concilio Vaticano II.
De hecho, con esta encíclica Pablo VI continuó el aggiornamento (la actualización) anunciada por San Juan XXIII en el discurso de apertura de la primera sesión conciliar, Gaudet Mater Ecclesia, en el que subrayó la “tarea” de la Iglesia, que “en nuestro tiempo (…) prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad”.
A la distancia de 60 años, este documento sigue siendo un punto de referencia para la reforma de la Iglesia, como se desprende de la conversación con el sacerdote franciscano Fabio Nardelli, profesor de Eclesiología en el Instituto Teológico de Asís y de la Universidad Pontificia Antonianum de Roma, así como asistente en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Lateranense de Roma, a quien pedimos que nos diga la razón por la que San Pablo VI escribió esta encíclica:
“El Papa meditó largamente sobre el texto de su primera encíclica, cuyas líneas fundamentales ya había anticipado en el discurso de apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II Salvete fratres, el 29 de septiembre de 1963. El documento fue considerado por muchos como un ‘programa’ de su pontificado, que revela la profundidad de su alma. El contexto en el que nació es el de los años 1960, considerado una época de gran transformación y desarrollo económico, con el que vino una verdadera 'revolución copernicana' y la Iglesia fue necesariamente llamada a relacionarse con todos. La encíclica Ecclesiam suam pretendía aclarar a 'todos' cuán esencial es la Iglesia para la salvación de la sociedad humana y, al mismo tiempo, cuánto se preocupa la comunidad eclesial por el encuentro con la humanidad".
¿Para la Iglesia, cuáles son los caminos a través de los que puede cumplir el mandato confiado por Jesús?
“La Iglesia está llamada a redescubrir la conciencia de lo que el Señor desea y, en consecuencia, cumplir una misión que la trasciende, difundiendo el anuncio del Evangelio, viviendo el mandato misionero del Resucitado (ver Mt 28,16-20). En este camino, en primer lugar, según el Papa Pablo VI, era urgente ‘el descubrimiento renovado de su relación vital con Cristo’, que es el ‘principio’ y el ‘camino’. La eclesiología del Papa Montini es claramente cristocéntrica y la Iglesia vive y trabaja para continuar y difundir la misión misma del Maestro".