El 31 de julio es la fiesta del gran San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Antes de fundar la comunidad religiosa, el santo tuvo una visión mística en la que Dios Padre le dio un encargo al mismo Jesucristo, lo cual dio origen al nombre oficial de la orden de los Jesuitas.
En el libro Vida de San Ignacio de Loyola, escrito por el sacerdote jesuita Pedro de Ribadeneira, se indica que cierto día el santo, acercándose a Roma, ingresó a un templo para rezar.
En medio de su oración, vio que Dios Padre miró a Cristo llevando una cruz a cuestas. El Padre eterno, lleno de amor, puso bajo la protección de su Hijo a Ignacio y sus compañeros. Entonces, Jesús los acogió y le dijo al santo las siguientes palabras en latín: “Ego vobis Romae, propitius ero” (Yo en Roma les seré propicio y favorable).
San Ignacio quedó gratamente reconfortado con esta revelación divina y le dijo a sus compañeros San Pedro Fabro y Diego Laínez, que llegó a ser el primer sucesor del santo al mando de la orden: “Hermanos míos, qué cosa disponga Dios de nosotros, yo no lo sé”.
“Si quiere que muramos en cruz, ó descoyuntados en una rueda, ó de otra manera; mas de una cosa estoy cierto, que de cualquiera manera que ello sea, tendremos a Jesucristo propicio”, añadió San Ignacio. Luego les contó lo que había visto.
El P. Ribadenerira señala que más adelante San Ignacio pidió a todos sus compañeros que le permitieran poner el nombre a la orden que iban a fundar y le puso Compañía de Jesús “porque con aquella maravillosa visión, y con otras muchas y excelentes ilustraciones, había Nuestro Señor impreso en su corazón este sacratísimo nombre”.