El Santo Padre también dirigió una carta el 27 de mayo a los obispos responsables del evento, a quienes recordó que “la juventud es esa etapa de la vida normalmente caracterizada por un natural optimismo, energía y esperanza”.
En esta línea, les instó a “dejar que Cristo transforme su natural optimismo en auténtico amor; un amor que sabe sacrificarse, que es sincero, real y genuino, así su juventud será un don para Jesús y para el mundo y así ustedes podrán desgastar su vida de manera digna y fecunda”.
“No tengan miedo al Señor que pasa a nuestro lado y nos susurra al oído, se inclina hacia nosotros y nos ofrece su mano para levantarnos cada vez que caemos. Él nos quiere de pie, resucitados. No tengan miedo pues de dejarlo entrar en sus vidas; ábranle las puertas del corazón, de par en par, ya que la vida nueva que de Él procede es inigualable y merece ser vivida”, escribió el Pontífice en su misiva.
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