Martín tenía 18 años cuando visitó por primera vez un casino, y algo en su interior lo hizo pensar: “Tengo que volver”. Años más tarde, la pandemia lo acercó a las apuestas online, lo que hizo que su comportamiento de “jugador social” adquiera características más preocupantes.
“Un día encontré un casino online, tenía plata en MercadoPago [una billetera virtual], la jugué y gané. Al otro día jugué todo lo que había ganado y lo perdí, y así se me empezó a despertar la compulsión”, recordó el viernes 12 de julio, en conversación con ACI Prensa.
Cuando jugaba, se encerraba “en una burbuja”, relató, y no quería que nadie viera lo que hacía con su celular. Lo peor, aseguró, fue exponerse: “Con el afán de poder conseguir dinero para poder seguir jugando, me expuse a un montón de circunstancias”, recordó.
“Estaba preocupado, ansioso, porque había sacado muchos créditos”, narró. “Eso es otro punto en contra en esta situación que estamos viviendo: los chicos con una aplicación en el celular pueden pedir créditos y usar ese dinero para seguir jugando”, advirtió.
“Yo soy consciente de que esto es una enfermedad emocional, porque es inventarte otra realidad, escapar del mundo real para vivir en un mundo de fantasía, donde un jugador compulsivo siempre va a buscar la gran ganancia, y nunca la va a encontrar. La casa siempre gana”.
Fue hace casi dos años, luego de perder su negocio en las apuestas, que cubierto por las deudas y en estado de desesperación tuvo que acudir a sus padres para pedirles dinero prestado.