21 de noviembre de 2024 Donar
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Apostar no es un juego: El drama que preocupa a la Iglesia Católica, narrado en primera persona

Imagen referencial/ Crédito: Shutterstock

Martín tenía 18 años cuando visitó por primera vez un casino, y algo en su interior lo hizo pensar: “Tengo que volver”. Años más tarde, la pandemia lo acercó a las apuestas online, lo que hizo que su comportamiento de “jugador social” adquiera características más preocupantes. 

“Un día encontré un casino online, tenía plata en MercadoPago [una billetera virtual], la jugué y gané. Al otro día jugué todo lo que había ganado y lo perdí, y así se me empezó a despertar la compulsión”, recordó el viernes 12 de julio, en conversación con ACI Prensa.

Cuando jugaba, se encerraba “en una burbuja”, relató, y no quería que nadie viera lo que hacía con su celular. Lo peor, aseguró, fue exponerse:  “Con el afán de poder conseguir dinero para poder seguir jugando, me expuse a un montón de circunstancias”, recordó. 

“Estaba preocupado, ansioso, porque había sacado muchos créditos”, narró. “Eso es otro punto en contra en esta situación que estamos viviendo: los chicos con una aplicación en el celular pueden pedir créditos y usar ese dinero para seguir jugando”, advirtió.

“Yo soy consciente de que esto es una enfermedad emocional, porque es inventarte otra realidad, escapar del mundo real para vivir en un mundo de fantasía, donde un jugador compulsivo siempre va a buscar la gran ganancia, y nunca la va a encontrar. La casa siempre gana”.

Fue hace casi dos años, luego de perder su negocio en las apuestas, que cubierto por las deudas y en estado de desesperación tuvo que acudir a sus padres para pedirles dinero prestado. 

Alertados por la situación, ellos lo llevaron primero a un centro de rehabilitación, y allí lo contactaron con Jugadores Anónimos, una agrupación de hombres y mujeres que comparten el mismo sufrimiento: depender del juego al punto de que sus vidas “se vuelven ingobernables”, y donde “el único requisito para ser miembro es ser jugador compulsivo y querer dejar de jugar”. Desde entonces, está en abstinencia de juego.

Hoy Martín tiene 30 años, vive con su madre y se define como un “jugador compulsivo en vías de recuperación”. 

Una enfermedad que puede llevar “a la cárcel, a la locura o a la muerte”

Si tuviera que darle un consejo a alguien que está atravesando una situación similar, Martín no lo duda: “Que busquen ayuda. Que se animen. Si quieren salir, tienen que tratarlo, porque el juego compulsivo es una enfermedad que dura toda la vida, y que sólo se trata por 24 horas. Es una enfermedad silenciosa, pero te puede llevar a la cárcel, a la locura o a la muerte”, sintetiza.

El de Martín es uno de tantos casos de jóvenes —incluso menores en edad escolar— que preocupan a la Iglesia Católica en Argentina. 

Hace algunos días, los equipos de Pastoral Social de numerosas diócesis argentinas reflejaron esta inquietud en un mensaje titulado Apostar no es un juego, que advierte sobre este fenómeno que provoca daño social y “socava la cultura del trabajo”.

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En ese sentido, consideran que la práctica “nunca se debió permitir”, y piden a las autoridades que aún no lo han hecho, que tomen medidas inmediatas para impedir el acceso de menores de edad a los sitios que se han legalizado.

Esta actividad, aseguran desde la Iglesia, “crece de manera exponencial entre los más jóvenes que son especialmente vulnerables ante el estímulo del juego”, con “casos dramáticos y, algunos de ellos, trágicos”.

El Licenciado Ramiro Pino, psicólogo especializado en adicciones, explicó a ACI Prensa que en el caso del juego, “cuando aparece la compulsividad empieza a aparecer la dependencia, y entonces ahí media el impulso: la persona pierde el gobierno de sí misma, los circuitos de recompensa cada vez se tornan más demandantes a repetir la conducta compulsiva y entonces se va generando este rito a repetir todo el tiempo”.

Esto “tiene consecuencias fisiológicas; tiene consecuencias materiales; y en la productividad, tanto escolar como laboral, porque la persona se queda jugando a la madrugada, entonces todo el tiempo eso va repercutiendo”.

El juego compulsivo: un exponente de la cultura del consumo

En cuanto a la causa del problema, y más específicamente a su incremento en la actualidad, Pino señala una dimensión cultural: “Nosotros hoy vivimos inmersos en la cultura del consumo, en una cultura en donde dimensionamos la capacidad de éxito personal en base a la capacidad de consumir, al tipo de bienes y servicios a los que podés acceder. El norte en la vida se transformó en tener la mayor cantidad de dinero que puedas, para consumir los mejores bienes y servicios que puedas”.

La particularidad del juego, indica el licenciado, “es que trabaja sobre el propio origen del tema”, porque implica la fantasía de lograr “un buen pasar económico, material, de este destino cultural que estamos nosotros hoy inmersos, de la sociedad de consumo”.

“Es como el máximo exponente de la cultura del consumo: la ilusión de la forma fácil de ganar dinero, y es una ilusión porque después justamente aparecen los problemas”, ya que “cuando la persona se empieza a volver dependiente del juego, se pierde plata”. 

“¿Por qué nos duele el juego? Porque nos hace perder dinero. ¿Y por qué estamos metidos en el juego? Porque buscamos dinero. ¿Y por qué buscamos dinero? Porque toda nuestra propuesta cultural se basa en que vos tenés que tener todo el dinero que puedas, para entonces medir desde ahí tu capacidad de consumo y tu éxito en la vida”.

Diagnóstico, prevención y ambientes favorables

En cuanto a la tarea de la Iglesia Católica en este sentido, el psicólogo, que desde hace diez años trabaja en los Hogares de Cristo —el dispositivo eclesial de prevención y atención de adicciones—, reconoce que “en la Iglesia nos cuesta mucho a veces dar respuesta a los problemas que aparecen, nos cuesta anticiparnos armando estructuras, entonces a veces nuestras respuestas pueden ser un poco más desorganizadas”.

“Lo que tenemos que hacer es seguir construyendo un diagnóstico del problema, seguir construyendo iniciativas preventivas fuertes, y sobre todo seguir construyendo lo que necesita cualquier ser humano para un buen desarrollo, que es un medio ambiente  favorable y vínculos humanizantes”, enumeró.

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A la hora de la prevención, el criterio más acertado, indicó, es el criterio “homeostático”, es decir, de equilibrio: “Que en la vida de alguien haya un lugar para cada cosa, entonces el chico que tiene un espacio para el estudio, un espacio para los amigos, un espacio para el deporte, un espacio para la familia un espacio para la recreación, es difícil que se desordene”. 

“No se hace adicto cualquiera. Este tipo de comportamientos adictivos, tanto las pantallas como el juego, como la pornografía, como las sustancias, trabajan sobre un desorden previo”, aseguró.

Por eso, “la mejor pauta de alarma es ayudar a las familias a que entiendan qué es lo necesario para el desarrollo, proveer de buenos vínculos humanizantes que acompañen al niño en el transcurso de la infancia, al adolescente en la crisis de identidad, y poder desarrollar su identidad para hacer frente a las vicisitudes de la vida, y para eso es fundamental tener un medio ambiente saludable”, sintetizó.

También destacó la importancia del trabajo de la escuela con las familias, tanto para la detección precoz de este tipo de adicciones como para su tratamiento oportuno. Para ello, considera necesarias “propuestas deportivas, culturales, que permitan en la vida del chico haya un lugar para cada cosa”.

Las cifras de las apuestas en Argentina

A mediados de junio, el diario Clarín publicó un informe que señala que, del gran número de usuarios de apuestas online, casi el 80% forma parte del circuito ilegal. En cifras, existen más de 11 millones de usuarios únicos argentinos que utilizan plataformas no oficiales de apuestas, es decir, sin regulación.

Recientemente, la cámara que agrupa a las empresas que operan bingos y casinos presentó una denuncia contra más de 250 sitios ilegales activos en la actualidad.

Sólo en la provincia de Buenos Aires, desde 2021 se registraron 2.031.720 apostadores, según un informe del Instituto de Loterías y Casinos de la Provincia (IPLyC) al que tuvo acceso Clarín.

La regulación depende de cada provincia. Desde 2020, la práctica está autorizada en Santa Fe; mientras que en Ciudad y Provincia de Buenos Aires, se aprobó en 2021. Córdoba y Mendoza dieron el visto bueno en 2023.

En comparación con otras regiones del país, la práctica está más extendida entre quienes viven en el Área Metropolitana de Buenos Aires, con un 9,07% contra 7,46% en las demás. 

Según Ibope (Instituto Brasileiro de Opinião Pública e Estatística, sus siglas en portugués), la opción de apuesta online más elegida en la Argentina está vinculada con el fútbol (41,2%), seguida por los bingos (37%) y boxeo (16,8%).

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