En la Ciudad de México, un albergue de la Iglesia Católica recientemente inaugurado se ha convertido en un hogar temporal para los migrantes que han sufrido en su búsqueda de un futuro mejor. Este refugio, el Centro Comunitario San Juan Bautista Scalabrini —de la Congregación de los Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos)—, acoge hoy innumerables historias de valentía y perseverancia.
“Dios es el único que nos ha ayudado”
Óscar, un padre venezolano, junto con su esposa, su hija y la familia de su hermana, iniciaron hace seis meses un viaje hacia Estados Unidos, impulsados por la esperanza de dejar atrás la crisis en su país.
En una entrevista con ACI Prensa, el padre de familia, que prefiere ser identificado únicamente con su nombre, compartió que han atravesado Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala, hasta llegar a México. Es en este país donde la adversidad alcanzó su punto más álgido, especialmente en Tuxtla Gutiérrez, el estado de Chiapas. Allí, la falta de alojamiento seguro los dejó vulnerables, obligándolos a pasar noches en la calle cerca de la terminal de autobuses local.
“Una vez, un señor nos pasó por encima con su carro, dejando atrapados a los hijos de mi hermana debajo. A mí me rozó las piernas”, relató el venezolano. A pesar del peligro, la ayuda oficial fue limitada debido a su condición migratoria.
Después de una larga espera, Óscar ya tiene una cita en uno de los puertos de entrada (Ports of Entry, POE, en inglés) de Estados Unidos. Allí, las autoridades estadounidenses revisarán su caso para determinar si tienen fundamentos legales para permanecer en el país.