Cada 3 de julio se celebra al Apóstol Santo Tomás, quien dudó que Cristo había resucitado hasta que el mismo Señor se le apareció. Esto podría verse como una falta de fe, pero según tres grandes santos, la duda de este santo trajo beneficios que confirmaron en la fe a los cristianos.
El Evangelio de San Juan relata que Cristo Resucitado se apareció a sus discípulos, pero Tomás no estaba presente. Cuando le contaron, él dijo que no creería sino hasta tocar las llagas de las manos y del costado. Ocho días después el Señor se les vuelve a presentar y le pide a Tomás que toque sus heridas. Luego le increpa que no sea incrédulo, sino creyente.
San Gregorio Magno
Para el Papa San Gregorio Magno esto que sucedió no fue casualidad, sino obra de la Divina Misericordia “para que mientras el discípulo incrédulo palpaba en el cuerpo de su Maestro las heridas, curara en nosotros las de nuestra infidelidad”.
“Más provechosa nos ha sido para nuestra fe la incredulidad de Tomas, que la fe de todos los discípulos, porque mientras él, tocando, es restablecido en la fe, nuestro espíritu se confirma en ella, deponiendo (desechando) toda duda”, añade el Doctor de la Iglesia.