16 de diciembre de 2024 Donar
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3 heroicos capellanes recordados a 80 años del Día D de la Segunda Guerra Mundial

Tropas de asalto estadounidenses en una lancha de desembarco se acercan a la playa de Omaha el 6 de junio de 1944. El P. Ignatius Maternowski (a la izquierda) murió ese fatídico día./ Crédito: Dominio Público

Decenas de miles de fuerzas aliadas asaltaron las playas de Normandía (Francia) el 6 de junio de 1944. Ese día, hace 80 años —el Día D— marcó un punto de inflexión importante en la Segunda Guerra Mundial.

Más de 156.000 soldados participaron en los desembarcos en Normandía, y también aterrizaron o se lanzaron en paracaídas algunos capellanes con ellos. Aquí hay tres que mostraron coraje y heroísmo.

P. Francis Sampson

El P. Francis Sampson, el “Padre Paracaidista” que sirvió en el 501º regimiento de paracaidistas de Estados Unidos, estuvo entre los 15.500 soldados que saltaron detrás de las líneas enemigas en ese fatídico 6 de junio.

“Probablemente ningún capellán, católico o de otro tipo, vio más de los horrores de la batalla de los setos que Francis Sampson”, relató el sacerdote jesuita Donald Crosby en su libro Capellanes de Campo de Batalla: Sacerdotes católicos en la Segunda Guerra Mundial de 1994.

De inmediato, el P. Sampson comenzó a atender a los heridos y moribundos, tanto espiritual como físicamente, pero las tropas SS alemanas lo capturaron y lo llevaron por el camino para fusilarlo, relatan el P. Crosby y Lawrence Grayson en un artículo titulado A Padre in Jump Boots.

El P. Sampson diría que estaba tan nervioso que seguía rezando la “oración antes de las comidas” en lugar del acto de contrición. Luego, los alemanes lo pusieron contra una pared y levantaron sus armas para dispararle, cuando un oficial alemán vio la insignia de capellán. El oficial disparó por encima de las cabezas de las tropas para detenerlas. El P. Sampson se identificó como sacerdote católico. En respuesta, el oficial saludó, se inclinó ligeramente y le mostró una medalla católica dentro de su uniforme e insistió en que el presbítero viera fotos de su bebé.

“El oficial alemán, que claramente le había salvado la vida, le prometió que un médico alemán vendría en uno o dos días y atendería las heridas de los soldados estadounidenses”, relató el P. Crosby.

Mientras tanto, el P. Sampson no sólo salvó a los soldados estadounidenses, sino que también dio su propia sangre a un soldado herido y continuó trabajando sin descanso. Fue galardonado con la Cruz de Servicio Distinguido por su heroísmo en Normandía.

Después del Día D, el capellán sería capturado nuevamente por tropas alemanas durante la Batalla de las Ardenas y, como prisionero en un Stalag hasta el final de la guerra, siguió comprometido a ayudar a los enfermos y a celebrar Misas. Llegó a ser jefe de capellanes del Ejército de Estados Unidos de 1967 a 1971. La película de 1998 Rescatando al Soldado Ryan se basó en una de las misiones del P.  Sampson relacionadas con el Día D.

P. Joseph Lacy

El P. Joseph Lacy estuvo entre los 34.250 soldados estadounidenses que desembarcaron en la Playa de Omaha ese 6 de junio. Sólo una semana antes se había unido al 5º Batallón de Rangers.

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Ed Lane, presidente de 5th Rangers Reenacted, un grupo de recreación histórica, escribió: “Cuando el P. Lacy se presentó a los Rangers unos días antes del Día D, el comandante lo miró y dijo: 'Padre, usted es viejo y gordo. Nunca podrá seguirnos.' El P. Lacy lo miró y respondió: 'No te preocupes por eso. Haré mi trabajo.'”

Y el capellán cumplió. Estuvo en la primera lancha de desembarco en la sección de los Rangers de la Playa de Omaha.

Fue el último hombre en salir de la lancha de desembarco antes de que un proyectil la golpeara. Comenzó a sacar a los hombres del agua hacia la playa, ayudando a los heridos y administrando los últimos ritos.

La Cruz de Servicio Distinguido que se le otorgó por sus acciones describe lo que el heroico sacerdote hizo ese día. Describe la “extraordinaria valentía en acción el 6 de junio de 1944” del teniente primero Lacy, cuando el capellán “desembarcó en la playa con una de las unidades de asalto principales”.

“Numerosas bajas habían sido infligidas por el fuego pesado de rifles, morteros, artillería y cohetes del enemigo. Sin preocuparse por su propia seguridad, se movió por la playa, continuamente expuesto al fuego enemigo, y ayudó a los hombres heridos desde el borde del agua hasta la relativa seguridad de un muro cercano, y al mismo tiempo inspiró a los hombres a un similar desprecio por el fuego enemigo. La heroica y audaz acción del capellán Lacy está en consonancia con las más altas tradiciones del servicio”, añade.

Casi la mitad de los Rangers que desembarcaron con Lacy murieron o quedaron heridos, pero fueron los primeros en romper las líneas enemigas. Después del Día D, su capellán continuó con ellos en Francia, y en los años 60, tras ser nombrado Monseñor, Lacy se convirtió en canciller de la Arquidiócesis de Hartford, Connecticut, entonces bajo el liderazgo del Arzobispo Henry O’Brien.

P. Ignatius Maternowski

Entre el fuego cruzado del Día D, el único capellán militar estadounidense muerto en acción fue un sacerdote católico, el franciscano Ignatius Maternowski. El fraile de 32 años se lanzó en paracaídas con la 82ª División Aerotransportada.

Lyle Dorsett, autor del libro Serving God and Country: United States Military Chaplains in World War II de 2012 ha relatado cómo los militares que sirvieron con el fraile lo recordaban.

“Un hombre dijo que era un polaco enérgico y duro, y que era extremadamente apreciado por los hombres de su regimiento. Era un hombre de hombres. No encontraba divertido cuando los hombres contaban chistes sucios, hablaban de manera grosera o tomaban el nombre del Señor en vano. Más de una vez decía ‘Pónganse guantes de boxeo’ a cualquiera que hiciera comentarios sobre la Iglesia o la confesión”, comentó al National Catholic Register.

El P. Maternowski, capitán del ejército estadounidense, era un paracaidista del 508º Regimiento de Infantería Paracaidista de la 82ª Aerotransportada. El sitio web del regimiento recuerda que los paracaidistas aterrizaron cerca del pequeño pueblo de Picauville, donde la única tienda, una tienda de comestibles, se convirtió en una estación de primeros auxilios improvisada para los paracaidistas heridos.

Al ver que se llenaba rápidamente, con más heridos en camino,el P. Maternowski hizo un movimiento arriesgado para reunirse con el médico jefe alemán a cargo de sus heridos para negociar y juntar a todos los heridos en un espacio grande. Con la insignia de capellán religioso en su chaqueta y usando un brazalete de la Cruz Roja, se quitó el casco y caminó sin miedo hacia las líneas alemanas.

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Sorprendentemente, regresó a la estación de primeros auxilios improvisada con el mismo médico alemán para mostrarle las condiciones. Ese día, el presbítero debió haber regresado más tarde a las líneas alemanas con el oficial alemán, porque cuando regresa sólo a las líneas estadounidenses, un francotirador nazi le disparó en la espalda desde una de las casas cercanas.

Cayó en el camino, donde su cuerpo yació tres días en el asentamiento de Gueutteville, parte de Picauville. Los alemanes no permitieron que nadie lo recuperara. Una vez que aparecieron los soldados de la 90ª División de Infantería, pudieron recuperar su cuerpo.

Hay un monumento erigido en Gueutteville que da cuenta de los actos valientes del capellán. En 1948, los restos del P. Maternowski fueron devueltos a los Estados Unidos y enterrados en la sección del cementerio de los Frailes Franciscanos en South Hadley, Massachusetts. Su lápida lleva las palabras: “No hay mayor amor”.

Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente por el National Catholic Register el 6 de junio de 2019.  


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