En su homilía en la Solemnidad de Pentecostés, el Papa Francisco subrayó la importancia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, enfatizando tanto su poder transformador como su gentileza.
Al inicio de homilía, este domingo 19 de mayo, desde la Basílica de San Pedro, el Pontífice recordó el relato de Pentecostés (cf. Hechos 2:1-11), subrayando cómo el Espíritu Santo trabaja en dos ámbitos dentro de la Iglesia: “en nosotros y en la misión, con dos características fundamentales: poder y mansedumbre”.
“La obra del Espíritu en nosotros es poderosa, como lo simbolizan los signos de viento y fuego, que a menudo se asocian con el poder de Dios en la Biblia”, explicó, citando el Éxodo.
El Santo Padre destacó que, sin el poder del Espíritu, los creyentes no podrían vencer el mal ni superar los deseos de la carne, esos impulsos que dividen y dañan las relaciones. “Estos impulsos estropean nuestras relaciones con los demás y dividen nuestras comunidades, pero el Espíritu entra en nuestros corazones y lo sana todo”, afirmó.
En otro momento, recordó que las dos características del Espíritu, poder y gentileza, siempre permanecen unidas: “El viento y el fuego no destruyen ni reducen a cenizas lo que tocan: uno llena la casa donde están los discípulos, y el otro descansa suavemente, en forma de llamas, sobre la cabeza de cada uno”, explicó, subrayando la gentileza del Espíritu Santo como una característica recurrente en las Escrituras.