La cuarta parada del intenso programa del viaje apostólico del Papa Francisco a Verona, segundo de este año a tierras italianas, llevó al Pontífice a la Cárcel de Montorio, donde los internos rompieron en aplausos y vítores a su llegada.
El Papa Francisco, sin prisa pese a llegar con retraso sobre el horario previsto por la Santa Sede, recorrió todos los pasillos entre los sectores en los que estaban dispuestos los presidiarios en el patio de la cárcel con un pequeño vehículo para poder hacerse más presente entre ellos.
En los muros de hormigón, habitualmente desnudos, varios carteles en diferentes idiomas daban la bienvenida al Pontífice, mientras que algunos reclusos portaban flores de diferentes colores en las manos.
Cuando el Papa Francisco alcanzó por fin el palco preparado para su visita, miembros del coro de la cárcel interpretaron una canción, compuesta para la ocasión, cuyo estribillo proclama: “Bienvenido Santo Padre, bienvenido entre nosotros, bienvenido Santidad”. Sus acordes fueron acompañados por el vaivén de los brazos de los presos y el colorido de las flores que portaban. El Papa Francisco recibió, al concluir, una de ellas.
En su discurso, el Pontífice expuso que “la cárcel es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención”.