A continuación, el discurso completo del Papa Francisco dirigido a los presos de la cárcel Montorio de Verona este 18 de mayo.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Doy las gracias a la Directora por su acogida y a todos ustedes, por la calidez, la celebración y el afecto que me demuestran. Mi saludo va también a todos los que trabajan en este instituto: cuidadores, educadores, personal sanitario, personal administrativo y voluntarios. También quiero saludar a todos los que están mirando por las ventanas, un saludo a todos vosotros. Tenía muchas ganas de conoceros, a todos juntos.
Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. Sí, es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención. Como ha dicho en su discurso.
Y en esta humanidad, aquí, en todos vosotros, en todos nosotros, está presente hoy el rostro de Cristo, el rostro del Dios de la misericordia y del perdón. No olvidéis esto, Dios perdona todo y perdona siempre. En esta humanidad aquí, en todos vosotros, está el sentido de mirar al Dios de la misericordia.
Conocemos la situación de las prisiones, a menudo superpobladas, lo que provoca tensiones y penurias. Por eso quiero decirles que estoy cerca de ustedes, y renuevo mi llamamiento, especialmente a quienes pueden actuar en este ámbito, para que sigan trabajando por la mejora de la vida en las cárceles.