15 de diciembre de 2024 Donar
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Discurso completo del Papa Francisco a los presos de la cárcel Montorio en Verona

 A continuación, el discurso completo del Papa Francisco dirigido a los presos de la cárcel Montorio de Verona este 18 de mayo. 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Doy las gracias a la Directora por su acogida y a todos ustedes, por la calidez, la celebración y el afecto que me demuestran. Mi saludo va también a todos los que trabajan en este instituto: cuidadores, educadores, personal sanitario, personal administrativo y voluntarios. También quiero saludar a todos los que están mirando por las ventanas, un saludo a todos vosotros. Tenía muchas ganas de conoceros, a todos juntos.

Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. Sí, es un lugar de gran humanidad.  De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención. Como ha dicho en su discurso. 

Y en esta humanidad, aquí, en todos vosotros, en todos nosotros, está presente hoy el rostro de Cristo, el rostro del Dios de la misericordia y del perdón.  No olvidéis esto, Dios perdona todo y perdona siempre. En esta humanidad aquí, en todos vosotros, está el sentido de mirar al Dios de la misericordia.

Conocemos la situación de las prisiones, a menudo superpobladas, lo que provoca tensiones y penurias. Por eso quiero decirles que estoy cerca de ustedes, y renuevo mi llamamiento, especialmente a quienes pueden actuar en este ámbito, para que sigan trabajando por la mejora de la vida en las cárceles.

Una vez, una señora que trabajaba en la cárcel, tenía una bonita relación con las mujeres, porque era una cárcel femenina. Una madre de familia, muy humana la señora. Me dijo que ella era devota de una santa. ¿Qué Santa? “Santa Puerta”, porque es la puerta de la esperanza. Y todos vosotros tenéis que mirar a esta puerta de la esperanza. No hay vida humana sin horizontes. Por favor, no perdáis los horizontes que se verán a través de las puertas de la esperanza. 

Siguiendo las crónicas de su instituto, me he enterado con pena de que desgraciadamente aquí, recientemente, algunas personas, en un gesto extremo, han renunciado a la vida. Se trata de un acto triste, al que sólo pueden conducir la desesperación y el dolor insoportables. 

Por eso, al unirme a las familias y a todos vosotros en la oración, quiero instaros a no ceder a la desesperación, a mirar la puerta como la puerta de esperanza. La vida siempre merece la pena ser vivida, y siempre hay esperanza para el futuro, incluso cuando todo parece desvanecerse. Nuestra existencia, la de cada uno de nosotros, es importante, es un importante, no somos material de descarte, es un don único para nosotros y para los demás, para todos, y especialmente para Dios, que nunca nos abandona, y que sí sabe escuchar, alegrarse y llorar con nosotros y perdonar siempre

Con Él a nuestro lado, con el Señor a nuestro lado, como ha dicho la directora, Dios es uno. Nuestras culturas nos han enseñado a llamarlo con un nombre o con el otro, y a encontrarlo de manera diferente, pero es el mismo Padre de todos nosotros. Es uno, y todas las religiones de las culturas miran a un único Dios con modalidades diferentes. Nunca nos abandona, con Él a nuestro lado podemos superar la desesperación, y vivir cada momento como el momento oportuno para volver a recomenzar, recomenzar.

Hay una bella canción piamontés que, trataré de traducir en italiano, que dice así, la cantan los alpinos: En el arte de ascender, lo que importa no es no caer, sino no permanecer caído. A todos vosotros, que trabajáis en esta cárcel, también como voluntarios, familiares, a todos vosotros, os digo una cosa: solamente es lícito mirar a una persona de arriba a abajo, solamente una vez: para ayudarla a levantarse.

Por eso, en los peores momentos, no nos encerremos en nosotros mismos: hablemos con Dios de nuestro dolor y ayudémonos mutuamente a soportarlo, entre compañeros de viaje y con la gente buena a nuestro lado. No es debilidad pedir ayuda, no, hagámoslo con humildad y confianza. Es humanidad. Todos nos necesitamos y todos tenemos derecho a la esperanza, más allá de cualquier historia y de cualquier error o fracaso. Es un derecho, la esperanza, y nunca desilusiona, nunca. 

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Dentro de pocos meses comenzará el Año Santo: un año de conversión, renovación y liberación para toda la Iglesia; un año de misericordia, en el que depositar el lastre del pasado y renovar el impulso hacia el futuro; en el que celebrar la posibilidad de cambiar, de ser y, donde sea necesario, volver a ser verdaderamente nosotros mismos, dando lo mejor. Que ésta sea también una señal que nos ayude a levantarnos de nuevo y a tomar las riendas, con confianza, de nuestra vida de cada día.

Queridos amigas y amigos, gracias por este encuentro. Si os digo la verdad, me está haciendo bien. Hoy me estáis haciendo bien, gracias. Sigamos caminando juntos, porque el amor nos une más allá de toda distancia. Os recuerdo en mi oración y os pido, por favor, que recéis también por mí. A favor, no recéis por mí en contra. No lo olvidéis, en el arte de ascender, lo que importa no es no caer, sino no permanecer caídos. Gracias.

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