Desde hace meses, concretamente desde que la violencia se desató el pasado 4 de marzo, no entran contenedores de alimentos a Haití, por lo que el país caribeño atraviesa una grave crisis alimentaria. Además, según el sacerdote misionero camilo Massimo Miraglio, los servicios básicos —especialmente de sanidad— no están funcionando.
A principios de marzo, la situación política y social de Haití se agravó de manera exponencial. La crisis estalló —en gran medida— gracias al libre accionar de grupos criminales que controlan alrededor del 80% del territorio de Puerto Príncipe, la capital del país. Sin embargo, la difícil realidad de la isla se remonta (al menos) a 2021, cuando una serie de acontecimientos políticos, sociales y naturales sacudieron su cotidianidad.
A pesar de todo, el P. Miraglio comenta a la agencia vaticana Fides que “actualmente parece haber una ligera mejoría”. Ahora, a diferencia de hace algunos meses, “hay mucha más calma y por lo tanto se han reanudado las actividades”, expresó.
“Por supuesto esto no significa que la situación haya vuelto a la normalidad porque los problemas siguen siendo enormes, la gente sigue viviendo en una ciudad [Puerto Príncipe] sumida en el caos”, añadió.
El misionero remarcó que los esfuerzos del Programa Mundial de Alimentos para distribuir comida en la isla resultan insuficientes. Además, la gran mayoría de las infraestructuras de los servicios más elementales han sido vandalizadas y destruidas. La normalidad, repitió, está lejos de volver: “Tímidamente empiezan a abrir algunas embajadas y oficinas”.
Otro de los “enormes problemas” que enfrentan los haitianos es el tema de los desplazados a causa de la violencia. Al menos 100.000 personas han abandonado sus hogares para refugiarse en campamentos muy precarios, resalta el P. Miraglio. Muchas familias, continúa, debieron huir de la capital para resguardarse en las provincias.