18 de noviembre de 2024 Donar
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Madre de curas gemelos: La mayor riqueza de los padres es tener hijos sacerdotes

Madre de curas gemelos: No hay mayor riqueza que tener hijos sacerdotes/ Crédito: Archivo personal del P. Wallace

“Creo que no hay mayor riqueza para los padres que tener hijos sacerdotes, porque el sacerdote, especialmente cuando administra los sacramentos, es Jesús en ellos. Es algo muy sagrado”, afirmó Eliete Dahan dos Santos, de 79 años, madre de los curas gemelos Wallace y Wellington Dahan dos Santos, de la Arquidiócesis de Niterói en Brasil.

“La gente dice: ‘¿mi hijo puede ser sacerdote?’. Están muy contentos si eso pasa con los hijos de otros pero no con los suyos. Quieren que sean médicos, abogados, personas de mucho poder”, continuó Eliete, quien precisa que “es un gran don de Dios” tener hijos sacerdotes.

Para Eliete, “viendo el mundo de hoy, escuchando las noticias de hoy, hay un agradecimiento eterno a Dios por haber llamado” a sus hijos, “a los dos”. “Me encuentro dentro de un gran misterio, un amor de Dios muy visible por mi familia”, expresó

Los sacerdotes Wallace y Wellington, de 51 años, nacieron en Cabo Frío, en el estado de Río de Janeiro, donde hoy aún vive la madre de ambos, Eliete. Tienen además un hermano mayor, Jenerson Dahan dos Santos, que está casado y es padre de una hija.

Eliete compartió con ACI Digital —agencia en portugués del Grupo ACI— que nació en una familia católica, “pero que no era asidua y no tenía perseverancia”. Después de casarse con Jenner Antônio dos Santos, comenzó a participar de algunos eventos en la Iglesia como los del Encuentro de Matrimonios con Cristo (ECC), Cursillos de Cristandad y el movimiento de Renovación Carismática.

Catequista durante 20 años y preparación para la Primera Comunión

“Tuve un encuentro personal con Jesús y no he parado”. Fue también catequista durante 20 años y recordó que fue ella quien preparó para la Primera Comunión a sus hijos sacerdotes.

“Dios nos dio la gracia, a mí y al papá, de formar y educar a nuestros hijos en la vida cristiana y ellos perseveraron de una manera muy hermosa”, resaltó.

Para ella, ver a sus hijos sacerdotes y también a su hijo “casado y que vive con su familia de manera católica perseverante es el fruto más delicioso” de su “camino cristiano”.

“Crié a mis hijos desde pequeños siguiendo los mandamientos de Dios, todo lo que aprendí en conferencias y reuniones lo intenté vivir en mi hogar. Entonces, vieron de manera concreta todo lo que les aconsejé, cuando dije ‘no’, por qué dije ‘no’, cuando dije ‘sí’, por qué dije ‘sí’”.

“Creo que los padres deberíamos hacer esto, guiarlos con la presencia de Dios en nuestras vidas. Eso es lo que hice en la vida de mis hijos”, remarcó Eliete.

“No había ninguna inconsistencia”: La importancia de la vida de oración

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“Si daba una charla y ellos estaban presentes, sabía que mis hijos estaban viendo cómo realmente estábamos en nuestro hogar, no había ninguna inconsistencia, sino una realidad. Entonces, este fue un motivo para que se enamoraran de Jesús y siguieran la vida religiosa, por el testimonio de sus padres en casa. Creo que el testimonio es muy importante. Siempre tratamos de vivir lo que predicamos”, explicó.

Eliete dijo además que la familia solía asistir a misas y tener momentos de oración juntos. “Hacíamos novenas, cuando no había en la iglesia las hacíamos en casa. La vida de oración no siempre fue posible hacerla juntos, por los horarios, pero cuando hubo posibilidad, estábamos juntos en nuestras conversaciones, en las comidas, compartiendo nuestra fe”, dijo.

Esta madre comentó asimismo que sus hijos sacerdotes, Wallace y Wellington, “siempre tuvieron un gran amor por la Iglesia”. Después de la catequesis continuaron en grupos de perseverancia y participaron en las actividades eclesiales. “Para ellos todo lo que se refería a Dios y a la Iglesia era indispensable”.

La vocación de sus hijos sacerdotes

Fue cuando estudiaban el preuniversitario que los gemelos sintieron el llamado al sacerdocio. Primero fue Wellington quien tomó la decisión de ingresar al seminario y luego Wallace, quien esperó unos meses para asegurarse de que no estaba siendo influenciado por su hermano.

Eliete recordó cómo se sintió cuando sus hijos le dijeron que querían ser sacerdotes: “Fue un shock en ese momento, porque no vi nada en ellos que me hiciera pensar que serían sacerdotes, ni los animé a ser sacerdotes. A mí y a su padre nos dio gran alegría verlos jóvenes participando en la Iglesia. Pero, ¿se me pasa por la cabeza este hermoso llamado de Dios a mi familia? Nunca hubiera pensado que recibiría esta gracia, pero sucedió”.

El susto inicial, compartió Eliete, pronto fue reemplazado por “una gran alegría”. “Me conmovió mucho saber que Dios, desde mi vientre, los llamó a ambos, al Padre Wallace y al Padre Wellington, por su nombre”.

Esta madre comentó también que durante el embarazo de sus hijos sacerdotes no supo que tendría gemelos, porque hace 51 años, “todavía no había los recursos” para ver eso.

La ordenación de sus hijos gemelos como sacerdotes

Para Eliete, el día de la ordenación sacerdotal de sus hijos Wallace y Wellington, el 29 de junio de 1998, fue un día muy especial.

“Incluso tengo una frase guardada en mi corazón sobre lo que sentí en ese momento. Lo que vino a mi corazón y permanece hasta el día de hoy es: ‘el cielo se abrió ante mis ojos’, porque fue maravilloso ver que mis hijos estaban siendo consagrados, estaban siendo entregados completamente a Dios. Eran tan jóvenes”.

“Cuando entraron al seminario tenían todavía 17 años. Fueron ordenados cuando tenían 25 años. Todavía eran jóvenes, entonces me conmovió un gran milagro, algo divino que estaba pasando en nuestra familia”, relató.

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“Hasta el día de hoy, con 25 años de sacerdocio que ya han cumplido, siento en mi corazón una alegría y no hay palabras para expresarlo. Es un agradecimiento muy grande para mi Dios”, añadió.

Un recuerdo inolvidable de la ordenación de sus hijos sacerdotes

Eliete también dijo a ACI Digital que guarda en una caja con cariño “la tela que envolvió sus manos el día de la ordenación”.

Se trata del manutergio, un paño de lino blanco que sirve para limpiar el aceite o crisma con el que el obispo unge las manos del nuevo sacerdote el día de su ordenación.

Según la tradición, cuando la madre del sacerdote muere, debe ser enterrada sosteniendo este paño en sus manos. Cuando la madre se presente ante Dios, Él le dirá: “Yo te di la vida. ¿Qué me diste?”. Entonces ella le entregará el manutergio y responderá: “Te he entregado a mi hijo como sacerdote”.

“No sabemos quién va primero, sólo Dios, que es dueño de la vida, sólo Él sabe el día y la hora de cada persona. No sé si alguien se acordará en ese momento, pero siempre les cuento y les muestro la tela”, concluyó Eliete con una sonrisa.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en ACI Digital.

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