16 de diciembre de 2024 Donar
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El Papa Francisco resalta la necesidad de esperanza en un mundo marcado por el exceso de desesperación

El Papa Francisco este 9 de mayo/ Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN

En la celebración de las Segundas Vísperas de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, que ha tenido lugar en la tarde de este jueves 9 de mayo en la Basílica de San Pedro, donde además se publicó la bula del Jubileo 2025, el Papa Francisco afirmó que  todos necesitamos esperanza “en un mundo marcado por el exceso de desesperación”.

En su homilía, el Papa Francisco explicó que la Ascensión del Señor no es un distanciamiento o una separación, “sino el cumplimiento de su misión: Jesús bajó a nosotros para hacernos subir hasta  el Padre; se abajó para enaltecernos; descendió a las profundidades de la tierra para que el cielo se  abriera de par en par sobre nosotros”. 

Más tarde, se refirió a la virtud de la esperanza y afirmó que su fundamento es que “Cristo ascendido al cielo introduce en el  corazón de Dios nuestra humanidad cargada de expectativas e interrogantes”.

De este modo, aseguró que la esperanza enraizada en Cristo muerto y resucitado, “es la que  queremos celebrar, acoger y anunciar al mundo entero en el próximo Jubileo, que ya está a la vuelta  de la esquina”. 

Para el Papa Francisco, la virtud teologal a la que se dedica el Jubileo 2025 “sostiene el camino de  nuestra vida, incluso cuando se vuelve tortuoso y difícil; abre ante nosotros horizontes de futuro cuando la resignación y el pesimismo quisieran tenernos prisioneros”.

“Sos hace ver el bien posible  cuando el mal parece prevalecer; nos infunde serenidad cuando el corazón está agobiado por el  fracaso y el pecado; nos hace soñar con una humanidad nueva y nos infunde valor para construir un  mundo fraterno y pacífico, cuando parece que no vale la pena comprometerse”, continuó.

Asimismo, recordó que este año 2024 debe ser un tiempo de oración para la preparación al Jubileo y por ello invitó a elevar “nuestro corazón a Cristo, para convertirnos en cantores de esperanza en un mundo marcado por un exceso de desesperación”. 

“Con los gestos, con las palabras, con nuestras elecciones cotidianas,  con la paciencia de sembrar un poco de belleza y de amabilidad en donde quiera que estemos,  queremos cantar la esperanza, para que su melodía haga vibrar las cuerdas de la humanidad y  despierte en los corazones la alegría y la valentía de abrazar la vida”, expresó.

“Nos hace falta esperanza”

El Santo Padre remarcó que “nos hace falta la esperanza”, especialmente en la sociedad en la que vivimos, “a menudo inmersa sólo en el presente e incapaz de mirar hacia el futuro; la necesita nuestra época, que a veces  se arrastra cansadamente entre la monotonía del individualismo y del ‘irla pasando’”.

“La necesita la  creación, gravemente herida y desfigurada por el egoísmo humano; la necesitan los pueblos y las  naciones que afrontan el mañana cargados de preocupaciones y temores, mientras las injusticias se  prolongan con arrogancia, los pobres son descartados, las guerras siembran la muerte, los últimos  siguen estando al final de la lista y el sueño de un mundo fraterno corre el riesgo de aparecer como  un espejismo”. 

También afirmó que “la necesitan los jóvenes, que frecuentemente se sienten desorientados pero deseosos de vivir en plenitud; la necesitan los ancianos, a quienes la cultura de la eficiencia y del descarte ya  no sabe respetar ni escuchar; la necesitan los enfermos y todos aquellos que están heridos en el cuerpo y en el espíritu, que pueden encontrar alivio con nuestra cercanía y nuestros cuidados”.  

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Resaltó además que la Iglesia necesita esperanza, para que, “incluso cuando experimente el peso de la fatiga y de  la fragilidad, no olvide nunca que es la Esposa de Cristo, amada con amor eterno y fiel, llamada a  custodiar la luz del Evangelio, enviada para llevar a todos el fuego que Jesús trajo y encendió en el  mundo de una vez para siempre”.  

Por último, el Pontífice subrayó que “cada uno de nosotros necesita esperanza; la necesitan nuestras vidas a veces cansadas y heridas, nuestros corazones sedientos de verdad, bondad y belleza, nuestros sueños que ninguna oscuridad puede apagar. Todo, dentro y fuera de nosotros, anhela esperanza y busca, aún sin  saberlo, la cercanía de Dios”. 

“Que el Señor resucitado y ascendido al cielo nos dé la gracia de  redescubrir la esperanza, de anunciar la esperanza y de construir la esperanza”, concluyó el Papa Francisco. 

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