“Nuestro ministerio consiste en acercar a Dios a todos, en cada momento en que estén”, afirma el P. Enrique Saguier Fonrouge, capellán castrense de 80 años, quien durante seis años estuvo, según sus propias palabras, “yendo y viniendo” a la Antártida, acompañando las distintas campañas que partieron desde Argentina.
Numerosos países tienen sus bases en el continente antártico, el más austral del mundo, donde la temperatura llega a superar los 60 grados Celsius bajo cero. En algunas de ellas, dedicadas principalmente a la investigación científica, la Iglesia Católica tiene presencia, con capillas u oratorios para sostener la vida espiritual de quienes viajan para trabajar por largos periodos, que pueden ser desde meses hasta algunos años, en los casos en que el rompehielos no pueda acceder a buscarlos.
La Base Esperanza, la única base argentina con familias que la habitan de forma permanente, cuenta con la capilla San Francisco de Asís, la primera en ser construída. La Base Orcadas, por su parte, tiene la capilla Stella Maris, que despierta gran devoción entre los trabajadores del mar. En la Base Marambio se encuentra la Capilla Nuestra Señora de Luján, y en la Base Belgrano II, Nuestra Señora de las Nieves.
En la Base Carlini está la capilla San Pablo Apóstol; en la Base San Martín, Cristo Caminante; y en la Base Petrel, la recientemente inaugurada — y aún sin bendecir— capilla San Gabriel del Rosario Brochero.
El P. Saguier Fonrouge explicó a ACI Prensa que antes de partir en una campaña, quienes van a quedarse en la Antártida reciben una preparación en el aspecto humano, para poder resistir durante ese tiempo que les tocará permanecer en el sur, la mayoría de ellos sin sus familias, y con algunos meses de total oscuridad.