A continuación, la homilía completa del Papa Francisco en la Misa que ha presidido este 28 de abril en la céntrica Plaza de San Marcos en Venecia:
Jesús es la vid, nosotros los sarmientos. Y Dios, Padre misericordioso y bueno, como un agricultor paciente, nos trabaja con esmero para que nuestra vida se llene de frutos. Por eso Jesús nos recomienda que apreciemos el don inestimable que es el vínculo con Él, del que dependen nuestra vida y nuestra fecundidad. Repite con insistencia: “Permaneced en mí y yo en vosotros. “El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto” (Jn 15,4). Sólo da fruto quien permanece unido a Jesús. Reflexionemos sobre ello.
Jesús está a punto de concluir su misión terrena. En la Última Cena con los que serán sus apóstoles, les da, junto con la Eucaristía, algunas palabras clave. Una de ellas es precisamente ésta: “permaneced”, es decir, mantened vivo el vínculo conmigo, permaneced unidos a mí como los sarmientos a la vid. Con esta imagen, Jesús retoma una metáfora bíblica que la gente conocía bueno y que también encontró en la oración, como en el salmo que dice: '¡Dios de los ejércitos, vuelve!. Mira desde el cielo y ve y visita esta viña” (Sal 80,15).
Israel es la viña que el Señor ha plantado y cuidado. Y cuando el pueblo no da los frutos de amor que el Señor espera, el profeta Isaías formula una acusación utilizando precisamente la parábola de un labrador que ha labrado su viña, la ha limpiado de piedras, ha plantado vides finas esperando que produzca buen vino, pero en cambio sólo da uvas inmaduras. Y el profeta concluye: “Pues bien, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel; los habitantes de Judá son su plantación predilecta. Esperaba justicia y he aquí el derramamiento de sangre, esperaba justicia / y he aquí los gritos de los oprimidos" (Is 5,7). Jesús mismo, retomando a Isaías, cuenta la dramática parábola de los viñadores asesinos, subrayando el contraste entre la obra paciente de Dios y el rechazo de su pueblo (cf. Mt 21,33-44).
Así, la metáfora de la vid, a la vez que expresa el cuidado amoroso de Dios por nosotros, por otra parte nos advierte, porque si rompemos este vínculo con el Señor, no podremos generar frutos de buena vida y nosotros mismos corremos el peligro de convertirnos en sarmientos secos que se desechan. Es feo esto, convertirnos en sarmientos secos que se desechan.
Hermanos y hermanas, con el telón de fondo de la imagen utilizada por Jesús, pienso también en la larga historia que une a Venecia con el trabajo de la vid y la producción de vino, en el cuidado de tantos viticultores y en los numerosos viñedos que surgieron en las islas de la Laguna y en los jardines de la ciudad, y en los que comprometían a los monjes en la producción de vino para sus comunidades.