El Papa Francisco ha dirigido unas palabras a los jóvenes congregados a las puertas de la Basílica de la Virgen de la Salud en Venecia, en su viaje a la ciudad italiana con motivo de Bienal de Arte en la que participa el Vaticano con un pabellón.
Compartimos el texto completo de su intervención:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! También el sol está sonriendo.
Me alegro de veros. Estar juntos nos permite compartir, aunque sólo sea a través de una oración, una mirada y una sonrisa, la maravilla que somos. Porque todos hemos recibido un gran don, el de ser hijos amados de Dios, y estamos llamados a cumplir el sueño del Señor: ser testigos y experimentar su alegría. No hay cosa más hermosa. No sé si habéis tenido alguna experiencia tan hermosa que no podéis guardarla para vosotros, sino que sentís la necesidad de compartirla. Todos hemos tenido esta experiencia tan bella que hemos tenido la necesidad de compartirla. Hoy estamos aquí para eso: para redescubrir en el Señor la belleza que somos y para alegrarnos en el nombre de Jesús, el Dios joven que ama a los jóvenes y que siempre sorprende. Nuestro Dios nos sorpende siempre ¿lo entienden? Es muy importante estar preparados para las sorpresas de Dios
Amigos, aquí en Venecia, ciudad de la belleza, vivimos juntos un hermoso momento de encuentro, pero esta noche, cuando cada uno está en su casa, y luego mañana y en los días que vendrán, ¿de dónde partimos para acoger la belleza que somos y alimentar la alegría? ¿De dónde empezamos para recibir esta belleza? Sugiero dos verbos, prácticos porque son maternales: dos verbos de movimiento que animaron el corazón joven de María, Madre de Dios y nuestra. Ella, para difundir la alegría del Señor y ayudar a los necesitados, "se levantó y se fue" (Lc 1,39). Levantarse e ir.
No olviden estos dos verbos que la Virgen lo hizo antes que nosotros.