La tercera guerra civil sudanesa ha afectado terriblemente a toda la sociedad, pero de manera especial a la Iglesia Católica local, que —según informa la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés)— se ha quedado sin seminaristas y prácticamente ha desaparecido del país.
Desde el 15 de abril de 2023, en Sudán se desataron enfrentamientos armados entre el ejército, comandado por el presidente Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un grupo irregular dirigido por Mohammed “Hemedti” Hamdan Dagalo, el vicepresidente del país.
Ambos bandos depusieron en conjunto al régimen de transición, establecido después del derrocamiento del dictador Omar al-Bashir en 2019. Una vez logrado su objetivo, el ejército sudanés y las FAR se enfrentaron por el control de las riquezas del país, especialmente el oro y el petróleo.
Paradójicamente, Hamdan es dueño de varias minas de oro en el norte del país. En 2022, según cifras oficiales, Sudán exportó cerca de 2.500 millones de dólares estadounidenses en oro (41,8 toneladas), posicionándose como el tercer productor de este metal en África.
Por su parte, el bando del ejército controla bienes inmobiliarios y empresas de todo tipo, que se niegan a entregar a un gobierno civil que no se alinee con sus intereses.
En definitiva, ACN explica que ninguno de los beligerantes está dispuesto a ceder y que el futuro de la guerra civil se presenta sombrío.