16 de noviembre de 2024 Donar
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Por la guerra civil, Sudán se queda sin seminaristas y “casi” sin Iglesia Católica

Un sacerdote celebra la Misa en Sudán, antes del estallido de la guerra./ Crédito: ACN.

La tercera guerra civil sudanesa ha afectado terriblemente a toda la sociedad, pero de manera especial a la Iglesia Católica local, que —según informa la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN, por sus siglas en inglés)— se ha quedado sin seminaristas y prácticamente ha desaparecido del país.

Desde el 15 de abril de 2023, en Sudán se desataron enfrentamientos armados entre el ejército, comandado por el presidente Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un grupo irregular dirigido por Mohammed “Hemedti” Hamdan Dagalo, el vicepresidente del país.

Ambos bandos depusieron en conjunto al régimen de transición, establecido después del derrocamiento del dictador Omar al-Bashir en 2019. Una vez logrado su objetivo, el ejército sudanés y las FAR se enfrentaron por el control de las riquezas del país, especialmente el oro y el petróleo.

Paradójicamente, Hamdan es dueño de varias minas de oro en el norte del país. En 2022, según cifras oficiales, Sudán exportó cerca de 2.500 millones de dólares estadounidenses en oro (41,8 toneladas), posicionándose como el tercer productor de este metal en África.

Por su parte, el bando del ejército controla bienes inmobiliarios y empresas de todo tipo, que se niegan a entregar a un gobierno civil que no se alinee con sus intereses.

En definitiva, ACN explica que ninguno de los beligerantes está dispuesto a ceder y que el futuro de la guerra civil se presenta sombrío. 

Durante el último año, más de 13.900 personas han muerto víctimas de la violencia y más de 8,1 millones han sido obligadas a abandonar sus hogares (1,8 han huido del país), según cifras oficiales.

Esta dramática situación ha reducido “a casi nada” la presencia de la Iglesia Católica en Sudán, según la fundación pontificia. Kinga Schierstaedt, responsable de los proyectos de ACN en Sudán, comenta que —antes de la guerra— los católicos representaban sólo el 5% de la población.

La Iglesia Católica “era tolerada y podía gestionar algunos hospitales y escuelas, aunque no se le permitía hablar de su fe”. Más del 90% de la población sudanesa profesa el Islam Sunita como religión. 

Tras el derrocamiento del dictador Al-Bashir, en el país africano mejoraron algunas garantías de libertad religiosa, como la abolición de varios castigos contemplados en el código penal de la sharía [ley religiosa islámica reguladora de todos los aspectos públicos y privados de la vida].

ACN señala que la población sudanesa siempre ha considerado a la Iglesia como un “refugio seguro”, y que cuando estalló la guerra muchos se resguardaron en los templos. Sin embargo, muchos misioneros y comunidades religiosas se han visto obligadas a dejar el país, por lo que las parroquias, los hospitales y las escuelas han dejado de funcionar.

También el seminario propedéutico de Jartum cerró sus puertas. Algunos seminaristas lograron huir a Sudán del Sur, en donde continúan con su formación. 

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Muchos cristianos han debido abandonar el país a pie o navegando a través del Nilo, sólo para terminar en campos de refugiados, donde sobrevivir “es una batalla diaria”.

Precisamente el Obispo de Jartum, Mons. Michael Didi, no ha podido regresar a su ciudad, y el Obispo de El Obeid, Mons. Tombe Trile, ahora vive en la Catedral, porque su casa fue parcialmente destruida.

A pesar de que en la actualidad la existencia de la Iglesia en Sudán agoniza, existen signos esperanzadores de que la destrucción no sea total: 

“16 nuevos cristianos fueron bautizados en Puerto Sudán durante la Vigilia Pascual y 34 adultos fueron confirmados en Kosti. Así que tenemos que mantener viva la esperanza en medio de las tinieblas”, afirmó uno de los socios de proyectos de ACN en el país.

Sudán y Sudán del Sur comparten la misma Conferencia Episcopal. Desde este signo de unidad, ACN continúa apoyando a los más vulnerables y a las víctimas de la violencia de la guerra. 

“La Iglesia en Sudán del Sur está ayudando a los cristianos sudaneses a prepararse para la paz del mañana”, concluyó Kinga Schierstaedt.

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