La liturgia en estos días de gozo
Durante los días de la Octava de Pascua, la Liturgia de la Palabra se caracteriza por mantener al tope el espíritu dominical del día de la Resurrección, lo que se evidencia en la secuencia de pasajes tomados de los evangelios, a ser proclamados día a día.
Al mismo tiempo, son subrayados momentos claves de la vida de los apóstoles después de la Resurrección de Cristo. Los discípulos, quienes en su mayoría se sintieron abatidos por la muerte del Maestro y eran presa del miedo, aparecen ahora impregnados de un espíritu nuevo, llenos de una fuerza espiritual inusitada. Ese impulso sólo tiene una explicación: brota del acontecimiento más significativo de la historia: ¡El Dios-Hecho-Hombre ha vuelto a la vida! y ha trocado el miedo en valor, la tristeza en alegría. Así se podrá apreciar en la primera lectura de cada día de la Octava, pues están tomadas de los Hechos de los Apóstoles.
Martes de la Octava de Pascua
Hoy, martes 22 de abril, celebramos el tercer día de la Octava Pascual. La lectura del Evangelio está tomada del relato de San Juan, quien presenta el momento del encuentro de María Magdalena con Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Se trata sólo de ocho versículos, pero cuya elocuencia es impactante.
María está llorando frente al sepulcro y la idea de que se han robado el cuerpo de Jesús atraviesa su mente sumiéndola en el desconcierto. Sin que las lágrimas dejen de brotar de sus ojos, se acerca al sepulcro y se asoma para ver el interior. De pronto se percata que está en presencia de dos ángeles. Estos le preguntaron: «“¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”». La mujer mira hacia atrás y se topa con Jesús, a quien no reconoce y cree el jardinero del lugar. Jesús le hace la misma pregunta que los ángeles: “Mujer, ¿por qué estás llorando?”, y ella insiste en la sospecha de que alguien se ha llevado el cuerpo del Señor. Entonces se precipita el dulce final. Jesús la llama por su nombre “¡María!” y como si sus ojos recién se hubiesen abierto, la mujer lo reconoce e instantáneamente responde: ¡Maestro! El Señor resucitado se aparta y María Magdalena se enrumba hacia donde están los apóstoles para contarles que Cristo, el Señor, ha resucitado.