El Santo Padre también pidió que Cristo Resucitado “dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de terrorismo” y rezó por “los que han perdido la vida” e imploró el “arrepentimiento y la conversión de los autores de estos crímenes”.
A continuación, dirigió su atención a otras zonas de conflicto como Haití y Myanmar, “país golpeado desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de violencia”.
En su llamado a la paz no faltó tampoco el continente africano, “especialmente las poblaciones exhaustas en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la región de Kivu en la República Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y ponga fin a la prolongada situación de sequía que afecta a amplias zonas y provoca carestía y hambre”.
“Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los migrantes y sobre todos aquellos que están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles consuelo y esperanza en los momentos de necesidad”, pidió el Santo Padre.
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Asimismo, pidió que “Cristo guíe a todas las personas de buena voluntad a unirse en la solidaridad, para afrontar juntos los numerosos desafíos que conciernen a las familias más pobres en su búsqueda de una vida mejor y de la felicidad”.
El don precioso de la vida
Al término de su discurso, el Santo Padre recordó que en este día celebramos “la vida que se nos da en la resurrección del Hijo y el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite y toda debilidad”.
“Y, sin embargo, con cuánta frecuencia se desprecia el don precioso de la vida. ¿Cuántos niños ni siquiera pueden ver la luz? ¿Cuántos mueren de hambre o carecen de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas vidas se compran y se venden por el creciente comercio de seres humanos?”, preguntó el Papa Francisco.
“En el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la muerte, exhorto a cuantos tienen responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir el flagelo de la trata de seres humanos, trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y conducir a la libertad a quienes son sus víctimas”, expresó a continuación.
Por último, oró para “que el Señor consuele a sus familias, sobre todo a las que esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos, asegurándoles conforto y esperanza”.