“El Señor nos espera siempre con los brazos abiertos”, fueron las palabras que dirigió el Papa Francisco a las reclusas de la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma, a donde acudió este Jueves Santo para celebrar la Misa in Coena Domini.
Siguiendo la tradición de celebrar la Misa de la Última Cena en centros penitenciarios, este año el Santo Padre se trasladó a la cárcel de Rebibbia, en la cual cumplen su pena aproximadamente 360 personas de diferentes nacionalidades.
En su homilía, el Pontífice señaló que el pasaje evangélico del día presenta dos episodios: el lavatorio de pies de Cristo a sus apóstoles, gesto con el cual “Jesús se humilla” y “nos hace entender lo que Él había dicho: yo no he venido a ser servido, sino para servir. Nos enseña el camino del servicio”.
“Pidamos al Señor que haga crecer en nosotros, esta vocación del servicio”, alentó.
“El otro episodio, triste, (es) la traición de Judas, que no es capaz de llevar adelante el amor”, indicó el Santo Padre, sino que “el dinero, el egoísmo” lo llevaron a entregar a Cristo, “pero Jesús perdona todo, Jesús perdona siempre. Solo quiere que nosotros pidamos el perdón”.