Una antigua tradición indica que San José de Arimatea conservó en paños un poco de la sangre derramada por Cristo cuando murió. Al parecer una de estas reliquias se encontraría en la ciudad de Brujas, Bélgica, donde hay una importante Basílica y una Procesión de la Santa Sangre condecorada por la UNESCO.
San José de Arimatea
El Evangelio de San Juan indica que San José de Arimatea pidió permiso a Pilato para bajar el Cuerpo del Señor de la cruz. Es así que San José junto a San Nicodemo tomaron el Cuerpo del Señor, “lo envolvieron con vendas”, y lo pusieron en una tumba.
El sitio web del Opus Dei señala que por los siglos XI y XIII se enfatizó una leyenda en la que San José de Arimatea habría limpiado el Cuerpo del Señor, cuando lo bajó de la cruz, recogiendo el agua y la sangre en un recipiente. “Después, José y Nicodemo dividieron su contenido”, precisa.
El sitio web de la Basílica de la Sagrada Sangre, en Brujas, añade que San José lavó el cuerpo del maestro con paños y que los conservó en Jerusalén con otras reliquias de la pasión.
La reliquia de la “Sangre de Jesucristo” en Brujas es justamente como un paño. La Basílica no sabe cómo llegó de Tierra Santa a Constantinopla (hoy Estambul, en Turquía). Pero presenta una teoría en la que la propia Santa Elena habría llevado “muchas reliquias de la pasión (incluidas las reliquias de la Santa Cruz) de Jerusalén a Constantinopla”.