Por ejemplo, de algunas de estas discusiones surgió la candidatura papal del Cardenal Karol Wojtyla, junto con el hecho de que San Pablo VI lo había llamado a predicar los ejercicios espirituales de la Curia en la Cuaresma de 1976. Aunque el arzobispo polaco era un hombre autorizado y una figura conocida, no habría sido fácil obtener el apoyo de sus compañeros cardenales si no hubiera tenido la oportunidad de darse a conocer en estas circunstancias.
El próximo cónclave, por tanto, comenzará con cierta desventaja, ya que los cardenales no se conocerán tan bien. Por un lado, esto podría ser de gran ayuda para la formación de grupos de presión que podrían orientar la elección en una dirección u otra.
Pero, por otro lado, probablemente también hará que el resultado sea más impredecible. Por esta razón, aunque el Papa Francisco ha creado más de dos tercios de los purpurados electores, no es seguro que quien sea elegido en un futuro cónclave tenga el mismo perfil que el actual Pontífice.
¿Se vislumbra una reforma de las reglas del cónclave?
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Tal como están las cosas, la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por San Juan Pablo II en 1996, regulará el cónclave. Este documento preveía, entre otras cosas, que a partir de la 34ª votación (o a partir de la 35ª, si la votación se realizaba también el día de la apertura del cónclave), una mayoría absoluta es suficiente para elegir un Papa.
Esa disposición fue modificada por Benedicto XVI en 2007 con el motu proprio De Aliquibus Mutationibus in Normis de Electione Romani Pontificis. La nueva norma prevé que en la 34.ª o 35.ª votación, en caso de "punto muerto", se celebrará una segunda vuelta entre los dos cardenales más votados, que, sin embargo, no podrán participar en la votación. La elección sólo tendrá lugar si uno de los dos obtiene dos tercios de los votos, como se esperaba en todas las demás votaciones.
Estas normas buscan obtener un amplio consenso sobre el Papa elegido, que así podrá contar con el apoyo de todo el Colegio Cardenalicio.
Desde hace algún tiempo se ha hablado de un proyecto del Papa Francisco para reformar las reglas del cónclave. Entre las reformas que podrían estar en discusión: la reducción del quórum para la elección del Pontífice a partir de la 15ª votación; la exclusión de los cardenales mayores de 80 años de las congregaciones generales, es decir, las reuniones previas al cónclave, en las que participan tanto purpurados con derecho a voto como sin derecho a voto; y una nueva estructuración de las propias congregaciones generales, según el modelo del último consistorio, es decir, con la división de los participantes en grupos de trabajo e informes confiados a un moderador.
Sin embargo, no se ha anunciado oficialmente ningún estudio para cambiar las reglas del cónclave. Se dice que el Cardenal Gianfranco Ghirlanda, que se ha convertido en los últimos años en el abogado canónico de confianza del Papa, propuso algunos proyectos de reforma, pero tampoco hay confirmación de ello.
Queda por ver, por tanto, si estos rumores sobre una reforma de las reglas son el resultado de discusiones honestas o simplemente agitación y especulación ante la conocida imprevisibilidad del Papa Francisco.