El 14 de marzo se conmemora al Beato Plácido Riccardi, quien se encontró con un novicio en la abadía de la Basílica de San Pablo Extramuros que aseguraba tener los estigmas de Cristo. El beato lo acompañó en oración y descubrió la verdad.
El Beato Plácido (1844-1915), es oriundo de Trevi, Hungría. De acuerdo al libro Vidas de los Santos del P. Alban Butler, ingresó con los benedictinos en la abadía anexa a la Basílica San Pablo Extramuros, donde está enterrado el llamado Apóstol de Gentes en Roma. Ellos custodian hasta hoy este importante templo.
En medio de un ambiente político anticlerical, el beato fue encarcelado bajo el delito de desertor por no haber cumplido el servicio militar. Fue liberado, enviado a un regimiento como soldado y luego dado de baja. Retornó a la abadía, hizo su profesión solemne y fue ordenado sacerdote.
El P. Butler cuenta que tiempo después llegó un novicio “en quien se tenían grandes esperanzas, quien al cabo de algún tiempo fue favorecido por gracias místicas extraordinarias. Todo el mundo pudo ver sus estigmas y escucharle narrar sus visiones”.
Aquí es preciso indicar que la Enciclopedia Católica explica que hay dos tipos de estigmas. Los estigmas visibles son cuando se puede ver en las personas las señales de la Pasión de Cristo ya sea en las manos, los pies, el costado y las sienes. Pero hay quienes sólo padecen los sufrimientos sin dar señales externas, “este fenómeno se denomina estigma invisible”.
Volviendo al relato, algunos superiores tenían desconfianza del novicio. Incluso al beato se le pidió referencias sobre él. Es así que, cierto día, Don Plácido invitó al estigmatizado a rezar juntos por algunas horas ante el Santísimo Sacramento en la noche.