El último 25 de febrero marcó el 20 aniversario del estreno mundial de La Pasión de Cristo, una película que representa crudamente las últimas horas de la vida de Jesús, desde su arresto en el huerto de Getsemaní hasta su crucifixión y resurrección.
Filmada en arameo, latín y hebreo, la película de 2004 dirigida por Mel Gibson desafió convenciones y expectativas, sumergiendo a los espectadores en un viaje emocional y espiritual sin precedentes que hasta hoy ha dejado huellas en los cristianos.
Desde su lanzamiento, la película ha sido objeto de un análisis intenso y meticuloso. Las representaciones gráficas de la flagelación y crucifixión de Jesús generaron polémica, con críticos que la consideraron excesivamente violenta y otros que la elogiaron por su autenticidad histórica y su capacidad para transmitir con realismo el sufrimiento de Cristo.
En enero de 2004, el entonces director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, emitió un comunicado señalando que el Papa Juan Pablo II había visto la película, y luego la calificó positivamente: “Una adaptación cinematográfica del hecho histórico de la Pasión de Jesucristo según el relato evangélico”.
Sin embargo, más allá de las opiniones sobre su contenido, no puede ignorarse el impacto cultural de La Pasión de Cristo. La película recaudó más de 612 millones de dólares en todo el mundo, con un presupuesto de producción de 30 millones de dólares. Esto la convirtió en una de las películas independientes más exitosas de la historia.